• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

Hace más de veinte años, el grupo mexicano Maná nos regalaba este tema que en su momento fue un hit absoluto en todos los charts. Alguno que nació en ese mismo tiempo podría considerarlo hoy un atropello a la corrección política imperante, eso le da dotes casi de revolucionario. Sin embargo, somos de la escuela que opta por no juzgar a los artistas ni a sus obras. Se lo dejamos al wokismo, bastante tenemos tolerando a sus cultores.

Dejemos la cultura y la música por un instante y vayamos a lo nuestro: la política. Luego de la tercera y estrepitosa derrota del efrainismo ha habido algunas reacciones que consideramos oportuno contextualizar, y hacemos hincapié en el concepto contextualizar ya que el análisis queda en manos de los doctos que van de saco y corbata. En un primer momento, cuando el sol empezaba su rutinario proceso de irse a descansar, Efraín Alegre había reconocido su derrota. Obviamente lo hizo con sus tonos y en sus modos pero lo hizo. Fue una versión high definition de su rostro adusto, ceño fruncido y afligido discurso.

Cualquiera hubiera esperado que la oposición se tome un tiempo de reflexión y que el mismo venga acompañado de un voto de silencio. El mismo al que nos tienen acostumbrado las tradiciones cristianas occidentales, el catolicismo romano o los yogis, que lo usan como práctica piadosa o penitencial. Era lo que se esperaba, una especie de retiro espiritual para volver con una mirada renovada y que en conjunto con la tremenda demostración realizada por la Asociación Nacional Republicana, fortalezca a la democracia paraguaya. Pero evidentemente es pedir demasiado. Quien unas horas atrás era estruendosa vocera del efrainismo ahora salía en todos los medios exigiendo y anunciando la jubilación política del mismo.

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Se consolidaba entonces el nacimiento de una nueva mariposa traicionera serial; quien junto a Mario Abdo Benítez formaría una envidiable delantera futbolística en Sport Traición. La mariposa le mordió la mano al Partido Colorado y a Horacio Cartes, quien le otorgó todos los recursos para alcanzar objetivos, difamó a todo el equipo del gobierno del cual formó parte; y ahora a los dos días ya había abandonado a su suerte al que había sido su dupla; es imposible no imaginar que eventualmente hubiesen llegado al gobierno y la actitud que tomaría ante la primera crisis, un peligro para la República. Esto es lo que sucede cuando se cree que se puede alcanzar el poder en base a los likes en las redes sociales y desde la comodidad de una vida pagada por sus ONG.

Si a esto le agregamos que en su sesudo argumento de derrota redujo a la política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, a una simple cuestión de sumas y restas, el escenario es aún más desolador para la oposición. En este punto final es oportuno sugerirle que se mejoren. El sistema de partidos políticos precisa de mayor altura y autocrítica.

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