• Por Ricardo Rivas
  • Corresponsal en Argentina
  • Twitter: @RtrivasRivas

Con el ex presidente Mauricio Macri (2015-2019) fuera del escenario electoral, la vicepresidenta Cristina Fernández –ex presidenta 2007-2015– elige para confrontar al diputado Javier Milei, a quien responsabiliza de la actual y difícil coyuntura económico-financiera al igual de las que podrían encontrarse en el futuro de corto plazo argentino si la ciudadanía escuchara y votara sus promesas electorales. ¿Sorprendente? Para nada. En el oficialista Frente de Todos (FDT) no son pocos ni pocas los que comienzan a pensar en que –si la crisis se profundizara apenas un poco más– el resultado electoral será una catástrofe. Los supuestos preelectorales son dramáticos después que la semana que pasó el dólar blue, ilegal, paralelo o como quieran llamarlo llegó hasta los $500 por unidad de la verde divisa estadounidense. “Una luca (como se llama aquí a los billetes de mil pesos), dos dólares”, sintetizó magistralmente Ricardo Roa, periodista de Clarín.

Para evitar que la escalada continuara, el ministro de Economía, Sergio Massa –después de adelantar al Fondo Monetario Internacional (FMI) que incumpliría con los acuerdos firmados para refinanciar una deuda con ese organismo multilateral de aproximadamente 50 mil millones de dólares– dispuso un paquete de medidas que, sin embargo, fueron eficaces sólo para que el valor de la divisa estadounidense el viernes último cerrara las operaciones en el mercado cambiario a $469.- La inflación, el otro componente de la caída económica y financiera argentina, por su parte, continúa su derrotero ascendente y, a poco de que se conozca el nuevo índice de Precios al Consumidor (IPC), según coincidentes proyecciones privadas, se habrá elevado, respecto del pasado mes de marzo en no menos de un 7,5%, aunque podría ubicarse cerca del 8%. Habrá que esperar para saber.

Mientras, la política sigue su camino hacia las primarias abiertas simultaneas y obligatorias (PASO) que se realizarán dentro de 104 días –el 13 de agosto– a las que el oficialismo podrá concurrir con lista única, como se asegura que desea Cristina F. -o con varias listas para que, tal vez, triunfe en esa compulsa el ministro Massa frente a otros precandidatos entre los que se encontraría el embajador Daniel Scioli, el activista social católico Juan Grabois y el ministro del Interior Eduardo De Pedro. De todas formas y por algunas semanas más, todos los nombres consignados son solo parte de intensos rumores por cuanto ninguna de ellos ha sido consagrado ni se ha anotado en la carrera. Todos dilemas y supuestos. Lo único concreto es que Cristina F. –formalmente la segunda al mando de un gobierno en el que ella desea que no se la vea como integrante- está sola de toda soledad y comienza a descreer que la historia pronto sea condescendiente con ella. El gobierno del presidente Alberto Fernández -que también es el de ella– naufraga y quedan pocos, muy pocos, humanos u organismos multilaterales, para señalarlos como parte de una conspiración para derribarlo. Es tan alto su deseo de que esto termine que una vez más, públicamente, a quien le insisten con que debe ser candidata, les dijo que no con una de sus muy viejas frases: “No se hagan los rulos”. Cristina, ya fue.

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Pero no solo ella. Claramente –porque así lo anunciaron– Macri y Alberto F., tampoco están ni estarán en esta carrera y, como muchos y muchas lo aseguran, “en ninguna otra”. Se percibe el comienzo de un recambio generacional en la política argentina. No es poca cosa. También pasa en el padrón electoral. En ese listado mayor que da cuenta de quiénes y cuántas son las personas autorizadas para votar, el 56% tiene menos de 40 años. Nacieron en democracia, no saben más que por relatos sociales y/o educativos de ninguna dictadura ni de los líderes y lideresas fundacionales de los partidos políticos argentinos. Crecieron y se desarrollan como adultos con los mismos tiempos y pulsos que la Internet, el correo electrónico, las redes y, en los últimos meses la IA (Inteligencia Artificial) ni conocieron la TV en blanco y negro. Entre ellos, además, no son pocos ni pocas los que trabajan a distancia y cobran en monedas fuertes. Algo ha comenzado a cambiar y no de la mano de quienes estaban acostumbrados a liderar.

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