En Génesis 2:15-17 se nos muestra cuando Dios dio a Adán la orden de cuidar del huerto del Edén y todo lo que había creado. Luego de dos versículos, crea a la mujer para ser compañera suya. O sea que, Dios primero dio al hombre un trabajo, después una esposa. Esto de por sí ya es un principio muy práctico y verdadero: tratar de tener algo estable antes de tomar un compromiso tan importante. Ninguna persona quiere un vago como pareja.

Dios, cuando dio a Adán un trabajo, lo que hizo fue bendecirlo. Algunos dicen que el trabajo es una maldición de Dios; pues no, es una gran bendición porque nos da provisión para vivir y dignifica nuestras vidas.

Cuando alguien tiene un trabajo, tiene una ocupación, invierte su tiempo, se relaciona, aprende, se proyecta, gana experiencia y madura. Todo eso lo da un trabajo honesto.

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El trabajo no es solo para ganar dinero sino para disfrutarlo. Si disfrutas de tu trabajo, prosperarás. Si tu trabajo te amarga, no te será de bendición, ni para vos mismo ni para los demás. Tenemos que aprender a trabajar y a ser agradecidos con nuestro trabajo, aunque por momentos no sea aún todo lo que queramos. Si aprendemos a disfrutar de nuestro trabajo, creceremos, lo valoraremos y nos proyectaremos.

En Juan 5:17, Jesús dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja y yo trabajo”. Tenemos que mirar el trabajo como Dios lo mira, para poder tener éxito. Dios le dio a Adán un trabajo como una bendición. Tu trabajo es una bendición que Dios te dio. No te quejes, no seas malagradecido. Trabajar a la manera de Dios es trabajar amando, amando lo que uno hace y amando a la gente a quien sirve. El amor hace la diferencia.

El libro de Proverbios es un libro de sabiduría práctica. Sus principios son sencillos y verdaderos, apela al sentido común y a la experiencia. Nos dice que todos normalmente queremos prosperar, pero, ¿cuál es el secreto de la prosperidad? Ser diligente en el trabajo. Proverbios 22:29 dice: “¿Has visto hombre diligente en su trabajo? Delante de reyes estará. No estará delante de personas insignificantes”. Este versículo refleja una realidad. Si quieres progresar tienes que trabajar con diligencia y Dios mismo te va a promover.

También Proverbios 10:4 dice: “Las manos del negligente empobrecen, mas las del diligente enriquecen”. La actitud con que haces las cosas marca la diferencia. Por otro lado, también hay una promesa divina. Jesús dijo que “si eres fiel sobre lo poco, sobre lo mucho te pondrá” (Mt 25:23). Eso, sencillamente, quiere decir que, si haces con fidelidad y diligencia lo que consideres poco hoy, ten por seguro que Dios mismo te promoverá a algo más grande, incluso más grande de lo que soñaste.

En 2 Timoteo 2:15 dice: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse...”. Dios nos llama a trabajar dignamente, con esfuerzo, para no ser avergonzados. Es tal el valor que Dios le da al trabajo que dice que “el que no trabaja (por vago) tampoco coma” (2 Te 3:10). Dios sabe que hasta el vago va a trabajar cuando tiene hambre.

Proverbios 21:5 dice, en la versión RV: “Los pensamientos del diligente siempre tienden a la abundancia...”. En la versión NTV dice: “Los planes bien pensados y el arduo trabajo nos llevan a la prosperidad. Pero los atajos tomados a la carrera llevan a la pobreza”. Lo que quiere decir este versículo es que pienses en grande y trabajes con fuerza. Lo que fácil viene, fácil se va; nada que valga la pena se consigue fácil.

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