- POR EDUARDO “PIPÓ” DIOS
- Columnista
En el 2018, las circunstancias nos obligaron a elegir entre dos males, uno, el improvisado e incapaz de Marito, un tipo sin trayectoria más que la de calentar una banca en el Senado por 5 años y luego candidatarse caprichosamente y sin éxito a la presidencia del Partido Colorado. Nunca escuchamos una frase inteligente, una idea, un proyecto, simplemente era el “hijo de don Mario”, colorado de cuna, y no tenía graves antecedentes en su haber.
La coyuntura y las conspiraciones de los propios colorados entre sí le habían dado la victoria en la interna ante el candidato de emergencia que proponía el cartismo ante la imposibilidad de obtener la reelección, que muy probablemente estaba servida si hubieran permitido someterla al voto popular. Pero la alianza espuria entre el efrainismo y la disidencia colorada hicieron uso y abuso, sobre todo lo último, de su alianza con la prensa empresarial amiga y lo impidieron. Sin lugar a dudas, ese Santiago Peña ya era mejor que Marito por lejos, pero quizás no tuvo el tiempo necesario o el ataque mediático no encontró una defensa, en ese momento, para contrarrestar la guerra de desinformación de los conspiradores azulgranas.
La otra opción era mucho peor, Efraín Alegre, un oscuro dirigente liberal que venía de una significativa derrota 5 años antes contra Horacio Cartes, pese a haber utilizado de manera abusiva todo el aparato estatal puesto a su servicio por el pusilánime Federico Franco. Justamente este y otros dirigentes liberales le habían cedido la candidatura al ex ministro de Obras de Lugo a cambio de su apoyo a la destitución del susodicho. O sea, llegó con aparato, recursos (públicos) ilimitados y el apoyo absoluto de su partido.
Efraín es, en primer lugar, un ignorante, no tiene idea de lo que es gobernar un país, su paso por las cámaras del Congreso no ha aportado más que conflicto y acusaciones sin sustento. Ya el cargo público más relevante que ocupó fue el de ministro de Obras Publicas de Lugo entre el 2008 y el 2011. De allí fue destituido sorpresivamente por el propio Lugo por motivos que, en su momento, no fueron muy claros. Había sido... como dicen por ahí, que el motivo real era su desastrosa administración del ministerio a su cargo, que recién hace unas pocas semanas fue revelada a la prensa en unas sendas auditorías e informes de la Contraloría (en ese entonces a cargo de sus propios correligionarios) luego de estar “cajoneadas” por años por obvias razones. Solo en los primeros dos años de su administración, las auditorías de sus propios correligionarios y aliados hablan de 109 millones de dólares, sí, 109.000.000 de dólares, desaparecidos en negociados, licitaciones truchas, planilleros, compras sobrefacturadas, entre otras joyitas.
Primero negó la existencia de las mismas, “son una fábula, no existen, invento de la prensa cartista”, aseguró con rostro severo y pétreo a uno de sus periodistas alquilados preferidos que asentía sorprendido y aliviado. Pero unos días después su eterno abogado admitía la existencia de los documentos, pero alegaba que era una denuncia extemporánea que ya había “prescripto”. O sea, admitía la existencia de las “fábulas” y no eran un invento, pero como pasó mucho tiempo, no importa que Efraín se haya tragado 109 millones de dólares... o más.
No olvidemos su desastroso manejo del PLRA que preside, dejándolo literalmente en la calle, ni siquiera es propietario de su local partidario porque Efraín decidió no pagarle al propietario anterior. En los últimos años, su administración recibió unos 41.000 millones de guaraníes de aportes varios de dinero público, del TSJE; hoy debe 42.000 millones de guaraníes y tiene 62 demandas y embargos. Pero no solo administró mal, sino que administró en beneficio propio, utilizó el dinero para mantener su propia estructura interna, la de su movimiento, financiar sus campañas internas para controlar el partido, pagar sus gastos personales y mantener a su círculo de aduladores.
Hoy es ese mismo atorrante e incapaz el que se nos vuelve a presentar como “opción”, nos repite solo “patria o mafia” y nos queda claro que él representa la segunda, por sus propios antecedentes. De más está decir que las causas por malversación de fondos, adulteración de instrumentos públicos y demás duermen el sueño de los justos en los cajones de la complaciente Justicia amiga.
Pero afortunadamente hoy la oferta electoral ha mejorado rotundamente, ya no tendremos que elegir “al menos peor”. Hoy tenemos a Santiago Peña, 44 años, economista, máster en Políticas Públicas, ex funcionario del Fondo Monetario Internacional, ex director del Banco Central del Paraguay, docente universitario, ex ministro de Hacienda, todos cargos por donde pasó exitosamente, sin una sola denuncia de ningún tipo, una carrera basada simplemente en la capacidad y el mérito propio. Una persona joven que ha dedicado los últimos 7 años de su vida a recorrer el país de punta a punta, conociendo sus fortalezas y sus debilidades, su potencial y sus necesidades. Contactando con la gente, conociendo la realidad de cada estamento del Estado, de los funcionarios. Ha desarrollado habilidades políticas, aprendido de los errores propios y ajenos, y hoy es, sin dudas, la persona más preparada para dirigir un país en crisis, que no se puede dar el lujo de, nuevamente, improvisar y probar fórmulas fracasadas, o tener un presidente que estará solamente ocupado en sostener una alianza pegada con saliva entre personas con diferencias políticas, ideológicas y personales irreconciliables.
Y usted, lector, podrá gustarle o no, por motivos válidos o no, algunos nombres en sus listas, podrá tener sus diferencias o temores con algunos dirigentes partidarios que hoy están en campaña, pero recuerde la historia y vea que siempre, hasta el más débil de los presidentes que hemos tenido en estos 34 años de democracia, aun algunos que ni siquiera fueron electos, han tenido la última palabra en la decisión de los temas claves de sus gobiernos; para bien o para mal, han sido los “dueños de la lapicera”. Además, si son los entornos los que le preocupan, no hablemos mejor del entorno de Efraín. Es claro que el que sea electo el domingo ejercerá el poder. Entonces, también es claro que debemos buscar al mejor.
Este domingo podemos decidir estar mejor o podemos decidir estar mucho, mucho peor. Piense, analice y luego vote.