• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

Hace por lo menos una década se viene discutiendo en todo el mundo la pertinencia y el modelo que deben tener los partidos políticos en los sistemas democráticos. Se empezó a poner en duda incluso si sirven o no para algo más que la legítima búsqueda de la obtención del poder. Si cumplen o no con el sentido social de traer bienestar a una ciudadanía que a nivel mundial presenta desconexiones cada vez más profundas al respecto de la política. El desencanto por la democracia, lo que en el principio de este debate era una hipótesis, ahora está siendo probado de manera continua y consecutiva por estudios con los orígenes más diversos. Los centros de pensamiento tanto de izquierdas como de derechas, de los más liberales a los ultraconservadores, exponen los mismos resultados.

Ahora bien, esto tampoco es producto de una cuestión casual. La casualidad no existe en la política, donde solo hay causalidades. Siempre hay una causa. Las mal llamadas organizaciones no gubernamentales, las mismas que cada vez tienen mayor poder e influencias en las políticas y decisiones gubernamentales (hermosa paradoja) ven con agrado, promueven, financian y agitan las banderas para evidenciar –con la mayor crudeza posible– lo que, sin duda, es necesaria la autocrítica, son errores que se han cometido desde la política. Y lo hacen por una cuestión muy sencilla, una de las reglas más longevas de la física: la de la impenetrabilidad, que se define como la resistencia que opone un cuerpo a que otro ocupe su lugar en el espacio o el latiguillo que nos enseñaban en la secundaria, ningún cuerpo puede ocupar al mismo tiempo el lugar de otro. Lo mismo pasa con grandes y muy poderosos multimillonarios en todo el mundo que pasan sus días tiroteando contra la política, pero lo que en realidad buscan es ocupar el espacio que ella vaya a dejar una vez pulverizada en su imagen.

En Paraguay, vamos a elecciones generales el 30 de abril y este versus es uno de los que estamos viendo. Esta diferencia de modelos son uno de los ejes que se va a definir y del cual hasta ahora se habla muy poco. La influencia de gobiernos extranjeros, las oenegés financiadas por esos mismos gobiernos, grupos económicos locales que juegan a poner centros de pensamiento organizadores de debates cuando en realidad buscan construir y poner candidatos que son quienes tendrán como principal objetivo imponer agendas repletas de sesgos, un jugador oculto como es China y su obsesión de avanzar sobre Paraguay. El escenario es tan complejo y tiene tantas aristas que apenas nos alcanza el espacio para citar un par de ellas, en esta versión local de “Juego de Tronos” donde más que nunca se impone el “todos juegan”.

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Por todo esto es que es clave el papel y el desempeño que tendrán la Asociación Nacional Republicana y sus candidatos en estas elecciones. El Partido Colorado, aun con todas las falencias que se le podrían endilgar, ha sabido ser la organización política que logró y logra contener las expectativas de una amplia mayoría del electorado. Es ese pueblo paraguayo quien va a decidir el rumbo de su destino en los próximos cinco años. Y al final del día, esa es la esencia de la política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a.

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