EL PODER DE LA CONCIENCIA

Cualquier conductor que circula sobre la calle 25 de Mayo, al llegar a cierta altura de una de las colinas de Asunción, puede fijarse hacia el lado derecho y observar en la altura un imponente cartel de propaganda que desde hace años descansa en ese lugar y en el que reza: “Por una justicia mejor”.

Al candidato o a alguna agencia de publicidad se le ocurrió que esa frase sería genial para inducir a que algún sector vote por esa opción, pero no pensaron que esas pocas palabras podrían generar un sinnúmero de interrogantes en una persona común que no entiende mucho sobre Justicia.

“Por una justicia mejor” reconoce tácitamente que la justicia que tenemos no es buena y que, por lo tanto, podría ser mejorada. ¿Mejorada de qué manera? ¿A través de pactos y acuerdos? ¿Con capacitación? ¿Con mayores recursos? No, eso no, porque cualquier “recurso” va al bolsillo de los ávidos de siempre.

Los que entendemos poco de justicia nos preguntamos ¿puede existir una justicia mejor? En nuestro estrecho mundo de conocimientos o se hace justicia o no se hace justicia. No hay término medio. No es como en los negocios que se cambia medio kilo de mondongo por tres cuartos de librillo y todos contentos. No se negocia. El que infringió una ley debe pagar. Para eso están las leyes, que deberían ser aplicadas para que una sentencia sea realmente justa.

Pero humildemente pienso que ese inocente cartel representa muchas otras cosas. Enclavado en lo alto de Asunción, no solo es invisible para las miles de personas que a diario pasan por ahí, sino que también destila una ignorancia que a nadie le importa. Pero, más, también representa la desidia misma de los tres poderes del Estado que mantienen el status quo de la justicia que tenemos, con miles de presos sin condena, con procesos injustamente largos, con fallos incomprensibles, con denuncias de coimas y catarata de chicanas. Todo es normal, ocurre todos los días y nada cambia.

Esta introducción viene a cuenta de la asunción al cargo del nuevo fiscal general del Estado, quien antes de jurar ya recibió una andanada de presión desde el Parlamento y desde medios de comunicación de que deben investigar ciertos casos que su antecesora supuestamente no lo hizo.

No habría problemas si la vara midiera a todos por igual, pero casualmente en la lista de casos que deben ser revisados no figuran muchos emblemáticos de los “amigos” que a los propios “denunciantes” no les conviene que sean revisados. Como en el caso de nuestro cartel, todos ven, pero nadie ve y mientras la Justicia sigue sin ser la que debería.

Esos mismos “amigos” hacen una furibunda campaña política por un candidato a presidente de la República que les otorgaría impunidad tras los años de desgobierno y corrupción a los que fueron sometidos todos los paraguayos que no formaban parte del anillo presidencial.

Así, este candidato sin formación real, con ínfulas de dictador, con un discurso de odio, engaña como nuestro cartel y pregona “Por un país mejor”, olvidando sus propias cuentas con la Justicia y los adeptos a su partido que reclaman la desaparición de miles de millones de guaraníes.

En consonancia con la práctica que cada vez se ve más en países de la región, la idea es prometer dádivas que nos recuerdan un plan diseñado por los políticos romanos allá por el año 140 a.C., que al son de “Pan y circo” repartían comida barata y diversión para que la plebe perdiera su espíritu crítico, así ellos podían gobernar tranquilamente mientras el pueblo veneraba la falsa generosidad de sus gobernantes.

Pero no necesitamos ir tan lejos para comprender el peligro que se cierne en estas elecciones del 30 de abril. Basta una frase publicada hace unos días por un internauta que describe a cabalidad la actual situación. Decía: “El asistencialismo mantiene al pueblo en la pobreza, mientras que el trabajo lo libera de ella”.

Hay que trabajar y no pretender vivir de los recursos que los “buenos gobernantes” tan “gentilmente” nos prometen para seguir en el poder. Cuando los recursos se acaban, comienzan las deudas y entonces no hay vuelta atrás.

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