Una de las principales características del liderazgo radica en contar con el carisma, asertividad y empatía necesaria, para poder trabajar en equipo, asesorándolos estrechamente en todo lo que pudieran precisar, que les permita llegar a los objetivos y metas institucionales, que mantengan a la empresa competitiva y rentable en el mercado, donde cada vez más se van incorporando compañías de todos los segmentos de negocios y tamaños, tornando el ambiente laboral más dinámico y participativo, donde la capacidad innovativa, el tratar de ir reinventándose constantemente y ser creativos en lo que hacemos, juegan un rol importante.

Si sabes compartir con tus subordinados todo lo que conozcas le daría la posibilidad de que puedan también ellos saber tanto como vos. En eso radica la buena “pasta” del líder.

En pleno siglo XXI muchos directivos todavía ven esto como una amenaza, cuando que es bien sabido que en la medida en que tus subordinados más apoyen, sugieran y hagan recomendaciones las expectativas serán mejores.

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Tenemos que concienciarnos que el jefe que conoce de la importancia de delegar responsabilidades, lo que está haciendo es entrenar a alguien para que le pueda absorber parte del trabajo que recae sobre sus hombros. Alguien que esté en condiciones de poder reemplazarte cuando logres ir escalando posiciones dentro de la compañía. De allí la importancia de contar siempre con segundas líneas dentro de nuestras organizaciones.

Cuántos directivos tenemos que se sienten raros cuando les toca compartir ciertos conocimientos, pues tienen la falsa creencia que no saben lo suficiente.

Cuando estamos en el colegio o en la universidad no necesitamos al ganador de un premio Nobel para que nos transmita sus conocimientos. Con un humilde y voluntarioso profesor es más que suficiente.

Compartir ideas y conocimientos con otros colegas también tiene su cuota de importancia dentro de nuestras empresas, puesto que se supone que cuanto más des más posibilidades de recibir tendrás y ya no es posible como antes vivir encerrado entre cuatro paredes en nuestras oficinas.

Seguimos teniendo a dueños o directivos de empresas que siguen creyendo que sentarse con un competidor alrededor de una mesa de café sería negativo. No se dan cuenta de que a través de ese intercambio de conocimientos podrán sacar provecho de varios temas importantes que nuestros competidores muy bien puedan estar aplicando con éxito y que no se nos pudo haber ocurrido. Hacer “benchmarking” no está prohibido.

Se dan situaciones en que otro colega empresario que hasta hace poco nomás comercializaba productos idénticos o muy similares al nuestro han venido reemplazándolos por otros.

En la vida nunca terminamos de aprender, y cuanto más apertura mostremos para acceder a nuevos conocimientos, y poder transmitir a otros lo que sabemos, ellos serán agradecidos contigo y en algún momento es muy probable que nos retribuyan de igual manera.

Tom Cowan decía: “Comparte lo que sabes y, lo que es más importante, lo que imaginas con otros. Guíales para que descubran sus propias verdades. La manera en que vivas la vida es una poderosa enseñanza para otros tanto como lo que les digas”.

Tengamos en cuenta que la época de las estructuras organizacionales verticalistas o piramidales, en donde eran 3 o 4 personas los “todopoderosos” que tenían en sus manos el poder de decisión, mientras los demás simplemente tenían que seguir sus órdenes o eran meros “rellenos” ya es “historia antigua”.

Estos tipos de organigramas han sido reemplazados hace varios años por la horizontalidad, que constituye el tipo de estructura que precisan las empresas de este siglo para que los niveles de funciones y responsabilidades fluyan por toda la compañía y no queden simplemente concentrados en un puñado de personas, mientras nos quieren hacer creer que dentro de la empresa imperan la democracia, el trabajo en equipo, donde todos pueden sugerir o recomendar lo que más convenga a la organización. Así de simple.

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