• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

Cada vez falta menos para las elecciones generales del 30 de abril, donde los paraguayos definiremos el rumbo que queremos para los próximos cinco años. ¿Es muy poco tiempo? Sí. ¿Deberíamos de pensar el modelo de país al que aspiramos al menos por diez años? Indudablemente. Versiones tan antagónicas sobre puntos que todo compatriota de bien sabe que no debería ni siquiera ser motivo de discusión alguna, hacen que cada elección presidencial se convierta en un eterno volver a empezar. Una y otra vez. Por eso es que no vemos resultados y ese es el motivo de que tengamos por lo menos una o dos generaciones absolutamente desencantadas de la democracia y los partidos políticos. Sucede en Paraguay y en casi toda América Latina, incluso más al norte. Esta es la causa por lo que en otros países ven esas mal llamadas sorpresas electorales, donde la gente termina optando por aventuras sin sustancia alguna. Al parecer no caemos en la cuenta de que es el hartazgo, mucho más que el candidato.

No hay sorpresas, hay un sentimiento de insatisfacción al respecto de la baja calidad de la democracia. Aquella que ya planteaba Raúl Alfonsín a los argentinos en su memorable discurso de toma de posesión en Buenos Aires en 1983, que acababan de dejar atrás una dictadura, de forma premonitoria: «La democracia es un valor aún más alto que el de una mera forma de legitimidad del poder, porque con la democracia no solo se vota, sino que también se come, se educa y se cura». Una promesa que llamamos Estado de bienestar y que habrá de reformularse prestando especial atención a la forma y la calidad con las que se come, se educa y se cura en unas sociedades donde los servicios han adquirido una importancia y un peso inéditos en nuestras vidas. La democracia, además de virtuosa por sí misma, ha de ser eficaz.

Y para ser eficaz debe poder arribar a consensos, y ahí entran los liderazgos. Veamos un poco y de manera muy somera el perfil de aquello que se presenta como cambio. Toda la campaña del candidato liberal está basada en profundizar las divisiones, sus temas de agenda planteados son desde el versus, el enfrentamiento, la división. Ojo que no es culpa de la campaña, ese es él y su esencia. Alguien que desconoce el diálogo como mecanismo para arribar a acuerdos. Solo habla consigo mismo, mirándose al espejo. Y al poco tiempo ya está confrontando con su reflejo. Muchas cosas se pueden discutir, pero definitivamente este modelo de división y confrontación no es lo que necesitamos para avanzar como Nación.

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Unidad y trabajo. Ese es el rumbo que precisamos. Unidad para llegar a los acuerdos sobre los puntos principales que hacen a nuestro día a día: seguridad, empleo, salud y educación. Una vez concluida esa etapa, viene el trabajo, Hay mucho trabajo por hacer. Muchísimo, para que la gente vuelva a estar feliz y confiar en esa mala palabra que empieza con p y termina con a, la política. Y hay que estar muy atentos en esta etapa de promesas electorales donde nos quieren vender cada cosa. Si el candidato no sabe de unidad y mucho menos de trabajo, sencillamente no es creíble que ofrezca ambas.

Etiquetas: #Unidad#trabajo

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