• Por Ricardo Rivas
  • Corresponsal en Argentina
  • Twitter: @RtrivasRivas

Dentro de dos días el presidente Alberto Fernández rendirá cuenta por última vez ante la Asamblea Legislativa sobre su gestión gubernamental. También será –en ese contexto– la última oportunidad que tendrá la vicepresidenta Cristina Fernández para conducir el encuentro asambleario porque ambos concluirán sus mandatos populares el próximo 10 de diciembre cuando otro u otra mandataria los releve o no, porque ambos tienen derecho –juntos o separados– a postularse para otro período consecutivo. Faltan 286 días hasta entonces. Pocos, por cierto, para intentar satisfacer las múltiples demandas sociales que no satisficieron hasta ahora porque no pudieron, no quisieron o no supieron cómo remedar esas carencias y desigualdades que en el 2019 se comprometieron, por lo menos, a mitigarlas.

Desde el entorno presidencial y hasta el mismo presidente explican que el deterioro actual se vincula con el aumento de la pauperización social que arrasó a este país durante la presidencia de Mauricio Macri (2015-2019); luego por la pandemia de Sars-Cov-2 que se extendió globalmente; y más tarde, por la guerra en el norte de Europa después que Rusia invadiera Ucrania dos años atrás, que elevaron sustancialmente, entre otros, los precios de la energía de la que Argentina no es autosuficiente.

Así las cosas, después que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) creciera en enero último 6,1% respecto de diciembre del 2022 y cuando coincidentes reportes públicos y privados adelantan que este febrero que finaliza mañana podría apenas crecer o descender unas décimas, a Alberto F. lo recibirá un oficialismo parlamentario profundamente dividido y con fuertes tensiones internas en los bloques opositores donde se desempeñan activas y activos dirigentes que lo consideran responsable directo de la grave situación actual.

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Alberto sabe que, entre propios y ajenos, son mayoría quienes recuerdan que el 15 de marzo del 2022, casi un año atrás, con impronta enérgica anunció que “el viernes (18 de marzo) arranca la guerra contra la inflación” en la que, por los guarismos ya mencionados, claramente fue derrotado. En línea con ello, varios reportes previos de quienes tienen a su cargo mensurar la pobreza, adelantan que podría haber crecido un par de puntos desde que el gubernamental Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), meses atrás, reportó en poco más de 38%.

Por si ello no fuera suficiente, en los últimos días crece el interrogante acerca de si los integrantes de la Corte Suprema de Justicia (CSJN) concurrirán a la apertura del período ordinario de sesiones en el Congreso porque la totalidad de sus integrantes –Horacio Rosatti, presidente; Carlos Rosenkrantz, vicepresidente; Juan Carlos Maqueda, decano; y, Ricardo Lorenzetti– son acusados de mal desempeño de sus funciones por el oficialista Frente de Todos (FDT) y el presidente Fernández no ahorra en acusaciones públicas contra esos magistrados en cada oportunidad que puede. Sin dudas, no es un buen momento para que el jefe de Estado comparezca antes las cámaras.

El año electoral está en marcha. La política convulsiona. Alberto F., una y otra vez dice que irá por su reelección. Sus socios en el FDT, especialmente el kirchnerismo que lidera Cristina F. rechaza su postulación. Punto crucial, por cierto, este interrogante, que también deberá dilucidarse en lo inmediato. Los enfrentamientos crecen y crecerán. Faltan 167 días para que en las elecciones primarias abiertas simultaneas y obligatorias (PASO) la ciudadanía diga quiénes serán las candidatas y los candidatos que habrán de competir en los comicios nacionales del domingo 22 de octubre venidero para el que faltan 237 días. No es tiempo lo que sobra. A nadie. Pero mucho más para el oficialismo.

Los gobernadores provinciales del peronismo, para no quedar atrapados en una situación que los desfavorece, hacen la de ellos y deciden que, en sus distritos, los comicios para renovar gobernadores, vicegobernadores y legisladores estaduales se realicen separados de las elecciones nacionales. Expertos lectores y analistas de encuestas, saber que al oficialismo nacional no le va bien en la consideración pública. Transitar estos tiempos es complejo. Demasiados son los y las que se quieren bajar de los colectivos en los que transitaron y aun transitan la política, especialmente en los últimos cuatro años. Cambia, todo cambia.

En la principal oposición, la coalición Juntos –que integran los partidos PRO (Propuesta Republicana), Unión cívica Radical (UCR), Coalición Cívica (CC) y el Peronismo Republicano– ya está en campaña el precandidato presidencial Horacio Rodríguez Larreta, jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Oficializó su vocación largamente anunciada cuatro días atrás. No está solo en la disputa que se decidirá en las PASO. En ese conglomerado compiten esa postulación, entre otros y otras, Patricia Bullrich, María Eugenia Vidal, Elisa Lilita Carrió.

El ex presidente Macri que parece prescindente, sin embargo, interviene y, desde algún lugar alienta al debate y competencia internos. “Celebro y apoyo que Horacio haya presentado hoy oficialmente su precandidatura. Yo creo profundamente en la competencia. Creo que de la tensión que produce la voluntad de ganar, siempre salimos favorecidos”, dijo en su cuenta Twitter después del lanzamiento de Rodríguez Larreta. Mañana, viajara a Roma para cumplir con su agenda como presidente de la fundación FIFA y dirigente de la organización global de fútbol profesional.

Mientras, en las últimas horas se conocieron breves párrafos del libro “El Pastor” que publica Penguin Random House, en el que los periodistas Francesca Ambrogetti y Sergio Rubín dan cuenta de extensas conversaciones que mantuvieron con el papa Francisco cuando cumple una década como líder de la Iglesia Universal.

Autores también, casi una docena de años atrás de la biografía papal “El Jesuita”, revelan que, entre otras expresiones el Pontífice argentino asegura que “nunca estuve afiliado al partido peronista, ni siquiera fui militante o simpatizante del peronismo”. Sostiene que “afirmar eso (que es peronista) es una mentira”, agrega que “tampoco estuve afiliado a Guardia de Hierro”, una línea interna del justicialismo en los años ‘70 del siglo pasado; pero agrega una expresión que suena como advertencia: “Pero, en la hipótesis de tener una concepción peronista de la política, ¿qué tendría de malo?”, pregunta Francisco.

De lo que circuló sobre esa publicación y sin conocer al fondo el contexto, el Papa argentino también se expresó críticamente contra alguna dirigencia sindical a la que no mencionó claramente, pero describió. “Los atropellos a la dignidad del trabajador y sus derechos no solo provienen de ciertos patrones, sino también de aquellos sindicatos que se enferman porque sus dirigentes van lentamente elevando su nivel de vida y olvidándose de sus representados. O porque crean funciones que quitan libertad y se convierten así en los segundos explotadores, por no hablar directamente del sindicalista corrupto, que es un explotador”. Es palabra de Francisco y, con seguridad, tendrá impacto en la coyuntura política.

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