Mary Eberstadt escribió el libro “¿Cómo el mundo occidental perdió a Dios?”. Ella dice que Occidente perdió a Dios cuando perdió la familia, porque es la familia el principal conductor cultural que transmite a la siguiente generación la fe en Dios. Entonces, considerando las ideas actuales al respecto de que no hay diferencia entre el hombre y la mujer, de que no hay diferencia de roles, de que uno de los padres no es necesario para la crianza de un niño o que dos personas del mismo sexo pueden ser padres de un niño (o tres personas), ¿cómo se podrá transmitir los valores bíblicos sanos a niños que son criados en esos tipos de familia o “asociaciones de personas”, que es como quieren llamar hoy a las familias? ¿Cómo es el concepto de fidelidad, unidad, claridad, valores morales, fundamentos espirituales bíblicos, monogamia, roles, autoridad, etcétera? Todo esto da estabilidad emocional, espiritual e identidad a una sociedad.
Se cuenta que algunos de los fundadores de los EEUU y de los que crearon la Declaración de Independencia e hicieron la Constitución, entre ellos incluso Abraham Lincoln, llegaron a la conclusión de que la Constitución que ellos tenían solo podría funcionar para personas religiosas o de fe, para personas que creían en un Dios, que es el dador de la ley moral y revelador de valores y principios absolutos e inherentes a la vida humana, pues las personas de fe y que profesan la creencia en Dios tienden a tener valores morales absolutos no relativos.
Jesús dijo que la verdad nos haría libres (Jn 8:32). Pero ¿qué es la libertad? ¿Hacer lo que uno quiere a cualquier costo? ¿Vivir una vida libertina? No, la libertad es conocimiento, orden, discernimiento, dominio propio, es la capacidad de hacer lo correcto. La libertad es la capacidad de hacer lo bueno y disfrutarlo.
La sociedad actual está viviendo uno de sus momentos más cumbres de esclavitud moral y espiritual. No puede haber libertad sin verdad, y como hoy la verdad ya no existe, sino que es subjetiva, cada quien traza su propia “verdad” y vivimos un tiempo de gran confusión y esclavitud. Occidente perdió la capacidad de discernir lo bueno de lo malo. Todo vale.
El apologeta Cristiano John Lennox, profesor de matemáticas y catedrático emérito de la Universidad de Oxford, advirtió en su libro “Contra corriente”: “Las fuertes corrientes del pluralismo y secularismo en la sociedad occidental, reforzadas por una corrección política paralizante, marginan cada vez más la expresión de fe en Dios y la confinan a la esfera privada. Cada vez es menos aceptable mencionar a Dios en público, y mucho menos confesar la creencia en algo exclusivo y absoluto, como a Jesucristo, Hijo de Dios y Salvador. La sociedad actual menosprecia cada vez más el testimonio cristiano público. Al relativista y secularista el testimonio público de la fe en Dios le suena a extremismo proselitista y fundamentalista y lo considera una amenaza progresiva para la libertad humana”.
Esto no es nuevo, ya hace miles de años el sofista griego Protágoras dijo que no había verdad absoluta. Él argumentaba que no podemos decir si el viento es frío o caliente, ya que algunos lo sentían frío y otros caliente; por lo tanto, si el viento era frío o caliente era relativo a la persona que lo sentía. Más tarde, Sócrates refutó ese error al hacer distinción entre la “verdad objetiva” y la “respuesta subjetiva”.
Para saber cuál es la verdad con respecto a si el viento es frío o caliente no hay que preguntar a la gente, sencillamente, hay que mirar el termómetro. Lo que la gente diga, crea u opine no afecta la verdad de la realidad.