Sin la intención de ser extremista, la frase del título tiene un alto tinte de realidad. Sin embargo, en nuestra sociedad no podemos decir que somos un fracaso, tampoco que no existen empresas exitosas. Como decía mi abuelo in medio stat virtus. Pero sin duda alguna, para que nuestras empresas sean más exitosas, debemos comprometernos con la sociedad.

Las empresas crecen en nuestro país porque tienen muy buenos líderes que, con su equipo, logran un “virtual” éxito, principalmente económico. Sin embargo, son empresarios realmente exitosos aquellos que además del lucro y rentabilidad, se preocupan por su gente, sus familias y su entorno en general. Estos últimos empresarios serán sostenibles con sus negocios en el tiempo, pues las bases en las cuales se cimienta su desarrollo no solo involucran rentabilidad, sino también compromiso social.

Pero la responsabilidad empresarial no es una cuestión de moda, sino una cultura que trasciende y continuará con muchas generaciones. De no ser así pregúntenles a sus hijos, ellos tienen mucho más claro que nosotros lo que es reciclar, cómo puedo evitar consumir menos plástico, qué tanto impacta una fábrica el medio ambiente…, etc.

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Hace años que, para construir empresas, emprender negocios, no podemos casi contar con las herramientas que el Estado debería ofrecer, sufren sobre todo los más pequeños. Porque la gran burocracia (empleados públicos en abundancia sin méritos) y la corrupción, muchas veces truncan el sueño de muchos emprendedores. Entonces los empresarios más grandes debemos apoyar a los más chicos, porque si el ecosistema crece, todos crecemos. Podremos tener rivales en el ámbito empresarial, yo lo llamaría colegas, pero también debemos comprender que una sociedad crece en la medida que la gente, el pueblo, tenga la oportunidad de crecer, a través de la generación de nuevos puestos de trabajo o el apoyo en mentoring a microempresarios. Esto es vital para un desarrollo sostenible.

En nuestro país hay dos grupos de empresarios principalmente. Los grandes históricos, que se han iniciado con el contrabando, la coima, los “acuerdos” con el Estado, y que tantos años han trabajado así, que no están dispuestos a cambiar. Sin embargo, hay esperanza, porque su segunda y o tercera generación ya comprende cómo realmente se deben hacer hoy los negocios y no es muy difícil: de la forma correcta, con ética y procurando impactar positivamente en la sociedad. También los nuevos empresarios, jóvenes todavía hoy, han comenzado sus empresas hace una o dos décadas, pero que desde su origen tienen el ADN de la sostenibilidad en su cuerpo, y estos (si bien son los menos), son los que empujan a construir juntos una mejor sociedad, convenciendo incluso a los de la “vieja escuela”.

El Paraguay se construye entre todos, estamos a tan solo poco más de un mes de las elecciones. Ojalá que los representantes elegidos por el voto popular lean siquiera el mensaje que la transparencia, la honestidad y la ética deben ser los pilares para una construcción de una mejor sociedad.

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