A la hora de decidir la elección de una fuente de financiamiento para diversos propósitos, contamos con una variedad de opciones donde poder acudir merced al amplio y variado abanico de oferta crediticia que se observa dentro de nuestro mercado de parte de las entidades financieras (bancos y financieras), cooperativas de ahorro y crédito, producción y casas de créditos.

La decisión del prestatario depende de aspectos primarios como el propósito del préstamo, monto requerido, rapidez con que puedan acceder a los mismos, las tasas nominales y reales de intereses, los plazos, entre otros.

Los prestatarios se han vuelto mucho más racionales a la hora de tomar sus decisiones, dado que enfrentamos una situación económica delicada, en donde nuestra capacidad adquisitiva se ha visto cada vez más golpeada.

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Las personas físicas acuden generalmente a préstamos de consumo, destinados a propósitos iguales o similares (arreglos de viviendas, de vehículos, viajes, gastos en salud, pago de deudas u otros imprevistos), que por lo general son diseñados en cuotas mensuales y a plazos no menores de 12 meses, teniendo el potencial prestatario un espectro amplio de posibilidades en función a su capacidad actual/potencial de repago versus su relación ingresos/egresos.

La decisión de acudir a tal o cual institución está muchas veces ligada a la relación crediticia que los mismos pudieran tener con una entidad, tiempo de respuesta, costo del crédito; además de los requisitos solicitados que varían en función a sus procesos crediticios corporativos y de los exigidos por los entes que los regulan.

En función a las características intrínsecas del crédito, muchas veces los prestatarios recurren a bancos o financieras, dependiendo de los montos, propósitos u otras características que están relacionados con financiaciones de mayor porte orientados a la cobertura de necesidades de capital de trabajo, además de inversiones en bienes de capital, debiendo estos últimos –por sus características propias– ser a mediano y/o largo plazo porque la fuente primaria de repago proviene de las utilidades netas que va generando el giro operativo normal del negocio y no precisamente del producido de sus facturaciones.

Los préstamos personales son los que por sus características propias requieren de una mayor agilidad y velocidad de respuesta, además de un menor nivel de burocracia para su aprobación y desembolso, lo cual hace que muchas veces optan por las casas de crédito (entes no regulados hasta ahora), a pesar de que los costos financieros en las mismas son superiores a la de bancos, financieras y cooperativas.

Las cooperativas de ahorro y crédito, cuya mayor parte de su portafolio está direccionada a los segmentos de pymes y retail, poseen tasas de interés diferenciadas versus el sistema financiero por el propósito primario solidario entre sus socios.

Se debe mencionar también a las facilidades que poseen los tarjetahabientes de tarjetas de créditos, permitiéndoles hoy por hoy acceder a financiaciones a costos financieros competitivos que no superan en promedio el 15% p.a. (siendo la menor en toda la región), y de las cuales han salido “ganadores” los del segmento medio-alto, dado que muchos de los que poseían líneas de créditos que oscilaban entre 1/5 millones fueron discontinuadas, ya sea porque se concentraba históricamente los mayores niveles de morosidad o porque en función a la estructura global de costos y gastos de las entidades financieras no resultaban lo suficientemente rentables.

Se observa dentro de nuestro mercado una marcada y cada vez más activa competencia entre estas instituciones, donde los productos crediticios, como lo era hasta el siglo XX, ya no constituyen la principal fuente de ingresos/rentabilidad de los mismos, sino que los no crediticios cada vez más ocupan un sitio importante dentro del espectro de ingresos operativos/no operativos, coadyuvando a un mayor fortalecimiento de los rubros que conforman su cuadro de resultados.

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