Descabalgar, lo que es descabalgar, puede realizarse hasta el sábado 29 de abril. O hasta la mañana del 30, inclusive, día de los comicios generales para elegir al nuevo presidente de la República. El candidato que se apea (siempre en términos jineteros) de sus pretensiones podrá exhortar a sus seguidores a ejercer el “voto útil” para el que, a su entender, tiene mayores posibilidades de ganar. Se trata de un escenario exclusivo para la oposición.

Porque dentro del Partido Colorado, el aspirante a la primera magistratura de la nación, Santiago Peña, a pesar de las intrigas de bien contados adversarios internos, derrotados el pasado 18 de diciembre, no es este su caso. Más allá de las conjuras y las repetidas “advertencias” de algunos oráculos fracasados (reiteradamente fracasados), es un proyecto que transita a trancos firmes. Solo tiene que mantener los ojos clavados en su objetivo final, sin distraer su atención en aquellos que, dentro de su propia asociación política, tratan de denigrarle o convertirle en discípulo de un ofrecido mentor, narcisista y desleal, cuya simulada intelectualidad hace rato fue devorada por la avaricia y la esquizofrenia cada vez más notoria. Pónganle, ustedes, el nombre que quieran. Sobre este tema puntual volveremos, porque ahora no es el foco de este artículo.

Descabalgar, en términos políticos, es declinar una candidatura. De acuerdo con la Resolución Nº 108/2001, del Tribunal Superior de Justicia Electoral, por la “cual se establece el cronograma electoral para las elecciones nacionales y departamentales del año 2023″, hoy, viernes 17 de febrero, es el tiempo límite “para solicitar sustituciones de candidatos por renuncia, inhabilidad o fallecimiento de los mismos, a los efectos de la actualización del software oficial de votación”. A partir de mañana, aunque algunos aspirantes de la oposición opten por desistir de sus propósitos presidenciales, ya quedarán registrados sus nombres, partidos y listas en las urnas electrónicas. Ya pasó en una o dos oportunidades. Pero, como la comunicación fue tan ineficaz o, quizás, como una reacción de protesta, la gente marcó su preferencia por aquel que renunció a sus sueños, y el candidato que ya no era candidato terminó obteniendo una buena cantidad de votos. O por confusión o con premeditación.

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Debemos reconocer que el representante de la Concertación Nacional opositora, Efraín Alegre, mantuvo un discurso distante de sus otros adversarios que también tratan de derrotar al Partido Colorado. Pero utilizó muy bien, sin ensuciarse las manos, a otras figuras representativas dentro de su abigarrado frente opositor. De esta manera, tanto Euclides Roberto Acevedo Candia, de La Nueva República; y Paraguayo “Payo” Cubas, del Partido Cruzada Nacional, fueron asediados sistemáticamente como “funcionales” o “satélites” de los republicanos. Ambos se han reafirmado
que continuarán hasta el final, sin que ello implique abandonar el diálogo. Creo que ambos también entendieron que es más fácil volver de una derrota electoral -una probabilidad dentro de un régimen democrático-, que de una candidatura fallida por deserción. Acevedo, como siempre, dispara a las cúpulas partidarias, no a las bases, impactando directamente en Alegre. Con una moraleja en forma de interrogante: “¿Cómo se determina quién es el que debe descabalgar?”.

Cubas apuesta a un electorado ecléctico, un universo multicolor. Euclides, en tanto, aparte de su natural base socialdemócrata, un sector de la izquierda dura y organizaciones obreras y campesinas, tiene el convencimiento de que atrajo la atención de una interesante franja de colorados y que centrará su campaña en cristalizar esa simpatía en las urnas. Está seguro de que es un electorado que jamás le concederá su voto al presidente del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA).

Por de pronto, Efraín Alegre, después de su decepcionante concentración en la ciudad de Coronel Oviedo, no ha variado el blanco de sus ataques: Horacio Cartes, Santiago Peña y los setenta años en el poder de la Asociación Nacional Republicana, con su consigna “Patria o mafia”. A partir del lunes todo puede ser diferente en cuanto a su actitud hacia los demás postulares de la oposición. Podría asumir un discurso agresivo sobre la necesidad de que depongan sus aspiraciones por el “bien del Paraguay”. O puede que, en su consabida arrogancia, ni se preocupe de ellos. Así como se muestra indiferente hacia sectores internos de su propio partido, el PLRA. La crisis subterránea, sin embargo, dentro de la Concertación Nacional tiene chispazos hacia la superficie. Como el reciente encontronazo entre dos candidatos a la Cámara de Senadores: Enrique Salyn Buzarquis, del PLRA; y Kattya González, del Partido Encuentro Nacional (PEN), sobre la reducción de la tarifa de la energía eléctrica. Es que el voto preferencial motiva estos arranques de fuertes controversias y descalificaciones personales. Es imposible, además, que el Partido Patria Querida (PPQ) tenga puntos coincidentes con algunas políticas clave de Alegre, especialmente en lo que se refiere a la propiedad privada. El tiempo irá desgranando con mayor precisión estas incompatibilidades ideológicas, sobre las que he venido ensayando algunos artículos desde hace más de dos años. La fracturada experiencia de la Alianza Patriótica para el Cambio es un buen condimento para el análisis de fondo.

Este asunto de descabalgar no es una cuestión aritmética. Ya pasó antes, pero al revés, cuando el entonces mandatario Nicanor Duarte Frutos liberó a Lino César Oviedo para que pueda candidatarse a la Presidencia de la República y así restarle votos a Fernando Lugo. Sin embargo, sus desatinadas predicciones terminaron perjudicando a la candidata colorada, Blanca Ovelar, contribuyendo para empujar a su partido a la llanura. Y como siempre digo, los artículos de opinión son responsabilidad de quien los suscribe. Buen provecho.

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