- Por Felipe Goroso S.
- Columnista político
En infinidad de ocasiones nos hemos referido sobre la comunicación política en este espacio, en igual sentido sobre la comunicación gubernamental y que de acuerdo con momentos específicos surge la necesidad de recurrir a la comunicación de crisis. Y vaya que hemos visto y aprendido sobre la importancia y relevancia de estas últimas durante la pandemia de covid-19, que movió los cimientos de todo lo que conocimos. Con la crisis también convive lo que conocemos en el ámbito profesional como riesgo, pero eso será materia de otra columna.
La profesionalización de la comunicación es sin duda aún toda una materia pendiente en el ámbito de lo público, los gobiernos (nacional con sus distintos ministerios e instituciones, departamentales, municipales) todavía siguen optando en su gran mayoría por perfiles en que prevalecen la confianza, que sin duda es un factor a tener en cuenta, sin embargo no debe ser el único. O al menos no debería. También se precisa de rodearse de personas capacitadas, incluso al punto de saber que no será alguien que responderá a todo que sí. Bien decía Walter Lippmann, “donde todos piensan igual, en realidad nadie piensa mucho”. Personas capacitadas al frente de los estamentos de comunicación era una de las enseñanzas que nos dejó la pandemia, o al menos eso creíamos. Así como creímos muchas otras cosas que serían parte de nuestro aprendizaje posterior, en realidad la historia nos muestra con evidencias que es poco o nada lo que aprendemos de las crisis. Más allá de una eventual cuestión pasajera que dura lo que dura ese momento, lo demás es muy poco lo que queda, casi nada.
Y es lo que una vez más puede verse en este nuevo escenario en que se acaba de declarar la epidemia por chikungunya en nuestro país. Donde la ministra que lidera la Secretaría de Emergencias propone como mejor mecanismo para eliminar los criaderos de mosquitos que producen la enfermedad la quema de cubiertas. Y sí, claro que se le puede cuestionar a la ministra por semejante idea, pero no sin antes cuestionar a quienes la rodean y en teoría deben cuidarle las espaldas para que justamente sea ella quien se luzca. Y sí, también es ella la responsable de seleccionar a ese primer anillo pero a la par está la responsabilidad de quienes aceptan una asignación para la que no están capacitados.
La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, nos muestra lo gravitante que es una vocería acorde y conveniente. Eso se vuelve mucho más sensible a la hora de las crisis y por lo que vemos en el horizonte se proyecta al parecer, una nueva crisis.