La explotación agrícola a nivel país ha venido dando muestras que a través de la variedad de granos y buenos niveles de volúmenes cosechados en los últimos años, nos siguen dando positivos resultados a pesar de factores incontrolables como el clima, con buenos rendimientos promedios por ha, además de precios en el mercado internacional aun considerando que están sujetos volatilidades, por tratarse de productos commodities.

El principal problema del que seguimos adoleciendo es que continuamos concentrados en la producción y comercialización de grano en estado natural dentro de la región, habiendo sido nuestro país no hace mucho galardonado con la mejor calidad de trigo en grano de Latinoamérica, sin que la producción de soja le vaya en zaga pues en calidad y rindes promedio por ha nada tiene que envidiar a otros países que antes nos superaban de lejos, salvo en la última zafra en donde el clima adverso “nos pegó fuerte”.

Nuestras autoridades gubernamentales con los gremios empresariales deben realizar un trabajo coordinado y profesional de promoción de nuestros productos en el exterior.

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La soja en grano lamentablemente este año no ha tenido resultados favorables, con una merma importante en volumen cosechado vs la zafra 2021 debido al factor incontrolable llamado clima.

No obstante los buenos precios en el mercado internacional (el mayor en promedio de los últimos 6 años), pudieron compensar en parte los mayores niveles de ingresos en divisas que se pudo haber obtenido si llegábamos a una cosecha de 10 MM de toneladas con rendimientos promedios por ha de 3.000 kg.

Desde el gremio señalaron que las perspectivas para el 2023, podrían ser más favorables en caso de cumplirse los pronósticos de lluvias durante diciembre; no obstante, no esperan una substancial mejoría debido a que la competencia sigue siendo desfavorable.

El camino que permitiría que las aceiteras puedan consolidarse en el desarrollo de la cadena de valor es que desde el Gobierno se lleven a cabo políticas públicas que generen mejores oportunidades al nivel de otras fábricas extranjeras por la materia prima con la que cuentan y son necesarias para aprovechar su potencial de producción.

El gremio espera contar con el apoyo de las autoridades que formarán parte del próximo gobierno en el 2023, que se interioricen a profundidad de las debilidades y fortalezas del sector y que se aboquen con fuerza a fomentar una mayor industrialización del país.

Tenemos plantas industriales procesadoras de aceites y derivados con tecnología de punta, y una muy buena capacidad instalada de producción y almacenamiento, al igual que molinos harineros modernos y estratégicamente distribuidos en los principales polos de desarrollo de nuestro país.

Si son explotados a capacidad plena, podrían generarnos ingresos por ventas mucho más remunerativos que vendiéndolos en estado natural.

Nuestros molinos harineros, al igual que las plantas procesadoras de soja, cuentan con capacidad instalada disponible para incrementar la producción de harina, y lograr un flujo de ingresos en divisas muy superior.

Si contamos con toda la infraestructura necesaria para poder procesarlos y darle un mayor valor agregado que nos pueda generar por su venta a los mercados externos mejores precios, y a la vez la posibilidad potencial de incrementar la cantidad de generación de mano de obra empleada, deberíamos abocarnos a su fortalecimiento con mayor fuerza y convicción.

Argentina sigue siendo nuestro principal comprador de soja en grano, absorbiendo más del 70% de lo exportado, mezclándolo con su producción local, elevando el nivel cualitativo y procesarlos en sus industrias aceiteras.

Lo mismo ocurre con Brasil, cuyo trigo lo convierte en harina para su consumo local pudiendo hacerlo nosotros, pues un gigante de más de 200 millones de habitantes siempre tendrá una demanda asegurada.

Miremos para adelante, y crezcamos más a través de productos industrializados con mayor valor añadido y precios más remunerativos.

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