DESDE MI MUNDO
- Por Carlos Mariano Nin
- COLUMNISTA
Contra toda protesta, malhumor, insultos y ordenanzas, miles de niños se multiplican en los semáforos de todo el país. Es toda una generación usada y desechada. Los vemos, pero en verdad son invisibles. Están allí ante nuestros ojos, pero no los escuchamos.
Son invisibles para las políticas de Estado que usan millonarios presupuestos que se pierden en el siempre entramado camino a la corrupción. Son invisibles también para el sistema educativo. La pobreza no les permite estudiar. La mayoría nunca pisará una escuela y quedará atrapada en una cadena repetitiva.
Son invisibles para el mercado laboral, sin estudios, nadie les quiere dar trabajo y sin trabajo no tendrán esperanza. Son invisibles para los políticos que los usan en sus campañas y no tienen propuestas para ellos o las exhiben solo en el papel.
Muchos salen simplemente a ganarse la vida, son solo niños. No tienen la culpa. Y muchos tienen talentos que con atención podrían sacarlos de las calles. Iván es quizás el mejor ejemplo. Pero fue una casualidad. Alguien lo vio haciendo picaditas en la calle, lo filmó, lo subió a las redes y fue noticia. Desde La Chacarita a los principales diarios del mundo.
Su historia recorrió todos los rincones y cautivó a más de uno. Un golpe de suerte. “La de él es una historia de esperanza, de sueños que se concretan”, publicaba un noticiero. Pero en verdad ahora dependerá de él.
Entonces, por un momento un hecho fortuito lo volvió visible, y las calles se llenaron de chicos que hacen picaditas como un grito urgente reclamando que alguien les preste atención. Como el de Iván hay miles de chicos con talento y otros que no los tienen, pero que también merecen una oportunidad.
Si lográsemos verlo de esa manera, estaríamos comenzando a cambiar el presente, e Iván podría ser el jugador que te conmueva hasta las lágrimas, o Pedrito el cirujano que te salve la vida, o Carlitos el científico que encuentre la cura para el cáncer, quién sabe, pero hoy es el día de mirar al futuro.
No tiene que ser un hecho fortuito, no debe ser una casualidad. En los niños está el presente y la proyección que soñamos.
Una oportunidad que los salve de las calles y a nosotros nos lleve al país que soñamos. Pero esa... esa es otra historia.