El desarrollo de la evolución de nuestra economía en los últimos años sigue siendo objeto de análisis por parte de técnicos del área, especialistas, investigadores y conocedores de nuestra política económica.

El crecimiento económico que se dio en los primeros quinquenios de este siglo han sido los más altos de los registrados en los últimos años haciéndose imprescindible la reestructuración del Estado con menor gasto público y una mejora en la productividad como principales desafíos del futuro.

Para encarar cualquier proyecto de reactivación debemos comenzar o sí o sí por las reformas estructurales del Estado, tarea que este Gobierno tuvo que haberlo hecho, pero que no los concretaron lamentablemente, siendo ya muy difícil ahora, pues el crédito se les está agotando aceleradamente.

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Recordemos que entre los años 2003 y 2014, la economía paraguaya registró un crecimiento promedio anual del 4,6%, lo cual en los últimos años fue declinando, ya que la expansión fue solo del 2,3% por año desde el 2014 al 2021.

Hay sectores dentro de nuestra economía que están alcanzando sus techos de rendimiento, debiendo mejorar su desempeño de productividad, urgiendo la diversificación de nuestros renglones de exportación y sobre todo mirar con mayor fuerza a la industrialización que nos reporte valor agregado y posibilidades potenciales de obtener precios de ventas mucho más remunerativos.

En el pasado, nuestro país aprovechó las ventajas de los altos precios internacionales de los productos agropecuarios commodities, lo cual hoy, salvo algunos productos commodities, no ocurre porque estamos en una situación más complicada, que trae aparejado un futuro incierto, lo que de por sí plantea un nuevo desafío para nuestros productores y empresarios, y que deben ser fuertemente apoyados y acompañados por el Gobierno.

A los menores volúmenes de producción de granos y la volatilidad de los precios internacionales se suma el hecho de que nuestro país se encuentra actualmente en el pico de la contratación prudencial de la deuda pública, que ha aumentado en más del 84%.

Luego del período crítico de la pandemia del covid-19 y el sostenido incremento de los gastos corrientes, menores ingresos fiscales para encarar la emergencia, tenemos el compromiso patriota y profesional de volver a los niveles anteriores del déficit fiscal, que lamentablemente así como vamos recién podría hacerse realidad para el año 2024/25 ya con el próximo gobierno.

La importancia estratégica de establecer consensos en nuestra sociedad sobre los temas que atañen a nuestra macroeconomía, como principal activo intangible ante los ojos del mundo exterior, como las empresas calificadoras de riesgo y los potenciales inversionistas interesados en radicar sus capitales en nuestro país debe ser parte de nuestra prioridad, razón por las que las reformas estructurales del Estado se hacen cada vez más urgentes, imperiosas y necesarias.

Tanto los organismos y los funcionarios responsables de la conducción del país tienen la obligación política y técnica de tomar en cuenta con seriedad y responsabilidad la necesidad de la reforma estatal que se viene posponiendo inexplicablemente.

Deberá ser al margen de mera politiquería y ambiciones de los sectores que solo piensan en usar al Estado para sus fines partidarios y personales. Teniendo en cuenta que la mala utilización y manejo de las finanzas públicas se constituye en uno de los puntos más críticos, es fundamental que el Estado se aboque con urgencia al recorte de los gastos superfluos.

Su logro solo sería posible mediante una reestructuración global del aparato estatal, que ya no debería de tener vuelta atrás, puesto que no podemos seguir aceptando la malversación de los fondos públicos, que son los principales factores del desangre anual del Presupuesto General de la Nación (PGN).

Lo primero que se tiene que hacer es no seguir realizando empréstitos para financiar gastos superfluos, cerrar la canilla del despilfarro, y volver con rapidez a achicar el déficit fiscal a los niveles establecidos por la ley respectiva y terminar con las contrataciones de empleados públicos, que hoy día ya pueden llenar 10 veces el Defensores del Chaco.

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