Dentro de un equipo hay varias cosas que no son contagiosas como el talento, experiencia y buena disposición. Sin embargo, la actitud es contagiante cuando tenemos dentro de nuestro equipo de trabajo a un líder optimista frente a circunstancias adversas, admiramos dicha cualidad y también queremos ser como él.

Las personas tienden a adoptar las actitudes de aquellos con quienes pasan cierto tiempo. Hay algo que resulta más contagiosa que una buena actitud y que es la mala.

Al ser subjetivas, muchas veces puede resultar difícil poder identificar una mala actitud. Quizás una persona en el fondo no tenga una mala actitud, pero si en la práctica actúa en forma incorrecta, anula al buen propósito. Muchos de nosotros, quizás en algún momento de nuestras vidas, hemos estado con personas que no admiten sus equivocaciones.

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Bien sabemos que nadie es perfecto, pero alguien que piensa que lo es no se constituye en una buena compañía dentro de ningún grupo, pues su actitud errónea siempre podrá crear conflictos. También tenemos a la envidia, en la cual una actitud que funciona en contra de las personas se refiere al deseo de igualdad que alimenta envidias.

El que lleva intrínseco dicha actitud cree que todo el mundo merece igual trato, sin tener en cuenta la importancia que reviste el talento o el rendimiento individual. Cuando se dan actitudes negativas, siempre podrán ocasionar desacuerdos, resentimientos, peleas y hasta división. Las buenas actitudes siempre influyen en la eficacia de un líder. Si a uno le interesa la buena marcha de su equipo de trabajo y está fuertemente comprometido a ayudar, no tiene sentido hacer caso a una mala actitud.

La actitud determina el éxito o el fracaso en lo que emprendemos en nuestras vidas. Nuestra actitud y nuestras acciones frente a la realidad nos ayudan a determinar lo que realmente queremos. Si a través de nuestra actitud colocamos primero a los demás y los vemos como personas importantes, entonces nuestra perspectiva reflejará el punto de vista de ellos y no el nuestro.

El éxito o el fracaso en cualquier organización lo ocasiona más la actitud mental que la sola capacidad que podamos tener. Si tenemos una actitud excepcional, cuando nos toque enfrentar una situación difícil, siempre buscará lograr lo mejor aunque se encuentre ante el peor escenario.

Las actitudes no se forman de la nada. Nacemos con ciertas características que influyen en nuestras actitudes, además de otros factores que juegan un rol importante en nuestras vidas y en nuestra propia formación. Todos nacemos como individuos diferentes, incluso creciendo dentro de un mismo ambiente, con los mismos padres y una misma formación, dos hermanos pueden ser totalmente distintos entre sí.

La base de una actitud está en el ambiente en el que nos formamos. Nuestra imagen juega un papel importante en la interpretación de nuestras actitudes. Nuestro atractivo ayuda a determinar nuestros ingresos. La apariencia física y la percepción que se tenga de ella impactan en la actitud de los individuos.

El deseo de cambiar siempre es importante. Ninguna decisión determinará más el éxito de tu cambio de actitud que desearlo. Cuando todo lo demás falla, el solo deseo puede ayudarte a dirigirte a la dirección correcta. Lo que capta nuestra atención determina nuestras acciones. Estamos donde estamos y somos lo que somos debido a los pensamientos dominantes que ocupan nuestra mente. Los sentimientos provienen de nuestros pensamientos.

Una actitud no es más que un hábito de pensamiento. El proceso para desarrollar hábitos buenos o malos es el mismo. Es tan fácil formar el hábito de triunfar como sucumbir al del fracaso. El trabajo comienza cuando uno decide tener una buena actitud. Después de eso, viene una vida de decisión constante para crecer y mantener la perspectiva correcta.

La adversidad fomenta la sabiduría. Las buenas personas son buenas porque han llegado a la sabiduría por medio del fracaso, pues del éxito obtenemos muy pocas enseñanzas. La capacidad de innovar está en el centro de la creatividad y es un elemento vital para alcanzar el éxito.

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