Desde el mediodía de ayer (domingo) una buena parte de la Aldea Global está pendiente de lo que pasa en Doha, Emirato de Qatar. Allí comenzó el Campeonato Mundial de Fútbol y, en este país, se consolida la esperanza de que la escuadra nacional –la Scaloneta que capitanea Lionel Messi y técnicamente dirige Lionel Scaloni– está en condiciones de llegar a buen puerto.

Mañana (martes), desde las 7:00, muy temprano por cierto, el rendimiento de la albiceleste será el debate central nacional y el eje de casi todos los comentarios, apasionados o no. El tema será el fútbol. También Messi y su futuro. No son escasas las ideas que se mueven en el gobierno nacional para, eventualmente, recibir a los eventuales triunfadores en la Casa Rosada. El sueño de devolver la alegría al pueblo, a través del fútbol, es una idea permanente de quienes gestionan la política. Dictadores y demócratas, en ese punto, coinciden. Aquí y en todas partes. Pero más allá de ello, la ciudadanía –argentina o no, especialmente en los países en los que el balompié es pasión popular– deberá estar atenta.

El manual de las malas prácticas para la gestión política suele ser fuente de inspiración para que lideresas y líderes negativos gestionen lo impopular –lo que no es bueno, lo que genera resistencias sociales– cuando “la gente está en otra cosa”. La semana que pasó dejó sin respuestas a varios interrogantes y algunas hipótesis. Veamos. El presidente Alberto Fernández, que en la Cumbre del G20, en Bali, Indonesia, tuvo que ser internado por padecer una “gastritis erosiva” con “sangrado” e “hipotensión”, horas más tarde del regreso a casa, en el sanatorio Otamendi, se le practicó una endoscopía. Luego se informó que los médicos le prescribieron reposo y volver a la actividad gradualmente. Poco a poco. Para que quede claro, el presidente está en ejercicio. La información, claramente, es escasa si se tiene a la vista que se trata de un jefe de Estado. Allegados presidenciales que en reserva dialogaron con este corresponsal aseguran que “lo que pasó en Bali fue grave”. Tanto lo fue que la vicepresidenta Cristina Fernández, en ejercicio del Poder Ejecutivo, lo llamó para saber de primera mano sobre la salud de Alberto, quien al parecer le habría asegurado estar “bien” y prometido que “cuando vuelva hablamos”.

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No se sabe aún si el regreso y hasta este momento, esa conversación se produjo. Pero, tal vez como situación inevitable, el deterioro –al parecer transitorio– en la salud presidencial irrumpió en el escenario político argentino con fuerza. Especialmente porque el proceso electoral en marcha de cara a las presidenciales 2023 está lanzado y, como se sabe, Alberto F. quiere ir por su reelección. ¿Avanzará con esa iniciativa? ¿Estará en condiciones? ¿Qué opinarán los médicos que lo atienden? Pero ese interrogante, va más allá del paciente Fernández y sus posibilidades físicas. Como se sabe, Cristina F., la segunda al mando, prominente crítica de la gestión presidencial y centro de un llamado “operativo clamor” con el que la militancia le demanda ser la candidata del peronismo en los comicios que vienen, se ve obligada a incorporar el interrogante sanitario presidencial a la hora de tomar decisiones. Las especulaciones que se lanzan –desde todo sector– no son menores. Circula una hipótesis: ¿Deberá el presidente tomar licencia? Si así sucediera, claramente la ley indica que la vicepresidenta tendría que reemplazarlo.

El kirchnerismo se encuentra en estado de tensión ante la indeseada hipótesis. Si cada día que pasa Cristina F. procura no ser asociada con el gobierno que integra y diseñó como estructura de poder en julio del 2019 y, para ello, no solo se muestra crítica, sino también contraria al ajuste de la economía que desarrolla el ministro Sergio Massa, la posibilidad de que asuma en reemplazo transitorio de Alberto F. es de muy difícil resolución. Especialmente luego de que se informara oficialmente que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) no da señales de descenso y que en el pasado octubre se expandió 6,3%. Entre enero y octubre de este año, el acumulado arroja 76,6%. De hecho, los tres dígitos para ese indicador está a la vuelta de la esquina. En orden a otros indicadores preocupantes, el valor del dólar blue, paralelo, negro o ilegal –como quieran llamarlo– en las últimas horas del viernes pasado se transó a US$ 306 por cada unidad de la divisa norteamericana.

Por si algo faltara, la reservas que atesora el Banco Central (BCRA) –si bien fueron reforzadas por la ampliación de un swap con el Banco del Pueblo de la República Popular China hasta un monto de 25.000 millones de yuanes (unos US$ 5.000 millones), acuerdo que alcanzaron en Bali el presidente Alberto F. con su homólogo chino Xi Jinping– se erosionan día a día en un intento desesperado para evitar que la devaluación que se niega a hacer el gobierno la haga, inevitablemente, el mercado.

A las dificultades expuestas, es preciso añadir otras preocupaciones como lo son la inseguridad, el empleo informal, la caída en los salarios, las tensiones callejeras, las disputas con el Poder Judicial. Grave. Si bien no se gobierna apoyándose en supuestos, la salud presidencial preocupa a Cristina F. más de lo que trasciende porque, ante la eventualidad y más allá de sus deseos y proyecciones, legalmente, no podría negarse a hacerle el aguante. Alberto presidente es un invento suyo. Incertidumbre que se agrega a la incertidumbre de todos y todas. ¿Podrán Messi y la Scaloneta tapar el bosque?

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