Desde el vamos tengo que aclararles que no estamos hablando de la misma cosa cuando decimos ansiedad y cuando nos referimos al miedo. Este último es una reacción a peligros externos, es la respuesta a un fenómeno real que desencadena una cascada de síntomas fisiológicos como podrían ser la taquicardia, el temblor o la sensación de ahogo.

A diferencia del miedo, la ansiedad es una respuesta compleja que necesita la participación de los lóbulos frontales, que son órganos ejecutivos que procesan la información a un nivel superior. Todo lo sucedido durante, por ejemplo, un evento traumático, se ha grabado detalladamente en nuestra memoria (hipocampo). El cerebro empieza a escanear nuestro entorno de manera constante (vigilancia). Si vemos algo que nos recuerda a lo que nos amenaza y que está “grabado a fuego” en nuestra memoria, este estímulo es clasificado como “peligroso” y el cerebro paraliza otras actividades y se concentra en este estímulo, diciendo: “ALTO.

Todo lo demás puede esperar, nuestra seguridad está en peligro, vamos a analizar esto con detalle”. Adicionalmente, los lóbulos frontales, con su capacidad de hacer proyecciones de futuro, de originar pensamiento abstractos y de hacer generalizaciones, pueden empezar a hacerse preguntas en proyección de futuro, con proyección a otras personas (como nuestros afectos), a referencias geográficas o de lugares: los lóbulos frontales, entonces, están presentando hipótesis. Estas no están basadas en la realidad, son proyecciones de futuro o generalizaciones. No son peligros reales, son posibilidades abstractas que el cerebro evolucionado nos ofrece para poder defendernos.

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Este fenómeno es el que definimos como ansiedad. La preocupación no es real ni es externa, sino una creación de nuestro propio cerebro. Y esta ansiedad no siempre es mala. La evolución ha puesto esta capacidad a nuestro servicio para que podamos defendernos mejor de los peligros externos. El problema es que cuando nuestras redes cerebrales no están bien reguladas, este mecanismo de defensa de nuestro cuerpo puede convertirse en una patología. ¿Qué ocurre cuando estas áreas no están bien reguladas? Ante hechos que causen impresión, por ejemplo, se pueden estimular los lóbulos frontales de modo exagerado (hipersensibilización) y de manera permanente, a fin que el escaneo del entorno, la búsqueda de peligros, las generalizaciones, se hacen constantes. El circuito está tan activado que no puede parar. En este caso, la ansiedad, la preocupación y la tensión nos llevan a un estado patológico. Este circuito, trabajando a una velocidad y frecuencia tan elevadas, puede llevarnos a hacer generalizaciones y racionalizaciones de nuestro entorno que están totalmente distorsionadas, de tal manera que vivir en la sociedad puede ser interpretado como estar permanentemente viviendo en la jungla. En este estado no podemos relajarnos, nos costará dormir y nos despertaremos frecuentemente. Todo ello es señal de la hiperactivación y desregulación de estas redes neuronales.

¿Cuáles son las áreas cerebrales que se activan con la ansiedad y el miedo? El cerebro tiene la capacidad de poner en marcha hasta un total de 21 áreas cerebrales distintas y todas ellas trabajando en redes. En primer lugar está la amígdala, que es el órgano ejecutivo de la ansiedad y el miedo, es muy rápida y automática, analiza todos los estímulos que podrían ser causa de peligro y envía la señal de alarma inicial y su conexión con la sustancia gris periacueductal (SGPA) provoca una sensación de miedo intensa, alerta, huida y paralización. Por su parte, el sistema noradrenérgico ascendente inicia la vigilancia constante y la atención selectiva al peligro. En este circuito se encuentran núcleos como el sistema de activación reticular (SAR), que forma parte de nuestro sistema de activación, excitación y vigilia, nos mantiene atentos, concentrados y focalizados; y el locus coeruleus, que es el principal núcleo productor de noradrenalina, el neurotransmisor que utiliza el sistema nervioso simpático y que forma parte de las reacciones de pánico y estrés. Paralelamente, la amígdala envía señales al hipotálamo que regulan las emociones y el miedo y aumentan el ritmo cardiaco, la respiración, tensión muscular, necesarios por si tenemos que huir o luchar, poniendo en marcha el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal y dando como resultados la producción y secreción de cortisol, la hormona del estrés.

Por su parte, los lóbulos frontales son los órganos ejecutivos del cerebro, procesan la información a un nivel superior. Dan órdenes de cómo se debe organizar y ejecutar una acción. Un rol importante es el de análisis de estímulos y situaciones complejas. Tiene diferentes roles en el control de las emociones y los estados de ánimo. El córtex prefrontal tiene comunicación directa con la amígdala y, a través de esta interacción, la potencia o la inhibe. Esto hace que, por ejemplo, no nos asustemos y salgamos corriendo del cine o del sofá de nuestras casas cuando vemos una película de terror porque el frontal “sabe” que es una fantasía recreada, mientras que si estamos en una calle oscura y oímos el sonido de una motocicleta, el frontal preparará todo para una huida ante el riesgo de “motochorros”; es decir, peligro real. Finalmente, me toca hablar del hipocampo, un núcleo esencial para la formación y consolidación de la memoria y necesario para la activación de alarma. Cuando nuestros sentidos detectan señales que pueden significar peligro, el hipocampo hace un repaso de los archivos de memoria; si el resultado es positivo, pone en marcha los mecanismos de alerta.

Entonces: ¿qué es la ansiedad? Es simplemente la hiperactivación permanente y sin descanso de los circuitos de alerta del cerebro, que pueden o no tener motivo. La regulación de estos mecanismos (por medios farmacológicos, psicoterápicos, etc.) es un arte que manejan quienes conocen en profundidad el funcionamiento de estos centros. No solo se trata de dar un sedante, un hipnótico o una benzodiacepina, el paciente es más que una pastilla: es realmente solucionarle el problema que puede ser multifactorial. Es lo que nos tiene DE LA CABEZA lo que termina por controlarnos, siendo que en realidad debemos controlarlo nosotros. Así que, si te sirvió, se agradece tu comentario y tu sugerencia para temas a tratar en esta columna. Nos leemos en una semana.

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