DESDE MI MUNDO
- Por Carlos Mariano Nin
- Columnista
El miércoles fue el día de todos los muertos. La gente llenó los cementerios y el recuerdo de los muertos siguió alimentando el amor entre los vivos. Una vez más me puse a ver la película animada “Coco”. Es magistral cómo Disney refleja la tradición mexicana que nos da una lección de amor. Al verla una y otra vez me viene a la cabeza la frase que lo revela todo: “Las personas solo mueren cuando son olvidadas”.
Pero, ¿qué es la muerte?, ¿qué es la vida?, ¿a dónde vamos? Desde siempre nos hacemos las mismas preguntas, y cada cual tiene sus propias respuestas. Yo pienso que la vida y la muerte son un mismo viaje. La muerte no es como la percibimos, solo es el nombre de un proceso, porque no es más que el paso a otra dimensión. Hay un cielo infinito y es el destino del viaje.
Buenos, malos, creyentes, no creyentes, todos terminamos en el mismo lugar. Un lugar donde todos nos volvemos iguales y sentimos lo mismo. A veces pienso que es por eso que el Universo es infinito. Para que entremos todos, sin distinción, sin prejuicios, sin miedo.
La tierra, el mundo, es solo la sala donde hacemos la penitencia, cada cual a su manera. Pero en verdad todo se trata de un viaje, un viaje al infinito. Siempre vuelve a comenzar, y con cada comienzo nos acercamos a la parada final.
Por eso la “muerte” solo es un nombre que le damos a algo. Y duele, claro que duele. Es parte del proceso. Es parte de las pruebas para llegar al cielo. Vuelvo a recordar una frase de la película y siento mucha nostalgia: “Porque la muerte es vida, enciende luces en otro lugar”.
Puede que en el camino vayamos ganando, perdiendo, encontrando, dejando, pero cuando lleguemos a destino vamos a darnos cuenta de que lo más importante no son las cosas que conquistamos, sino las que llevamos en el corazón. Si está cargado de buenos recuerdos habrá valido la pena. Al final no tenemos nada, solo lo que dejamos en las personas que amamos. Venimos sin nada, pero nos llevamos lo que vivimos en la maleta.
Les dejo una parte de una poesía que me gusta mucho y que relata otra percepción de la muerte muy parecida a la mía. Dice:
“No son los muertos los que en dulce calma la paz disfrutan de su tumba fría, muertos son los que tienen muerta el alma y viven todavía.
“No son los muertos, no, los que reciben rayos de luz en sus despojos yertos, los que mueren con honra son los vivos, los que viven sin honra son los muertos.
“La vida no es la vida que vivimos, la vida es el honor, es el recuerdo.
Por eso hay muertos que en el mundo viven, y hombres que viven en el mundo muertos…”