“Duele decirlo, pero hay que decirlo”

En diciembre del año pasado el departamento de estudios económicos de Itaú (Brasil, San Pablo) estimaba un crecimiento económico del 5% para el cierre del 2021 (finalmente fue del 4,1%, según datos de Banco Central del Paraguay, BCP) y del 3% para este año y del 4% para el próximo 2023. Se preanunciaba una desaceleración de la economía y un repunte posterior. La inflación proyectada fue del 4,3% para este año y del 4% para el próximo. Como cierre del 2021 estimaba un final inflacionario del 7,3% (fue del 6,8% dato oficial del BCP). En el caso del precio del dólar se proyectaba un final de G. 7.050 y G. 7.188 para el 2022-23. Lo anterior sirve de muestra de cómo resulta difícil dibujar escenarios macroeconómicos de un país, en este caso el nuestro, cuando juegan en contra muchos factores difíciles de anticipar, internos y externos. El mapa macroeconómico es simplemente una guía que puede servirnos como referencia, pero teniendo consideraciones y cuidados que tener en cuenta, con responsabilidad. Lo importante es ir corrigiendo, si cabe la expresión, el escenario básico y actualizándolos según corra el tiempo.

En febrero pasado, el informe mensual de Itaú Brasil, ya tenía otra radiografía de la economía paraguaya. Se proyectaba una caída del -1,7% (PIB) para este año y un más que repunte del 7% (PIB) para el 2023. El golpazo que la sequía propinó a la cosecha de soja con una producción de solamente 2.700.000 toneladas (lejos de las 10.500.000 toneladas esperadas) ya contagiaba a toda la economía, en un país donde el campo marca nuestro destino como agentes económicos, ya como productor, ya como empresario, ya como trabajador, ya como Estado, ya como consumidor, ya como inversionistas. Pequeños, medianos o grandes, nadie se salva de un mal año agrícola. De ahí la caída estimada entonces y corregida del -1,7%. La inflación esperada no cambió prácticamente, 5% para este año y 4,4% para el próximo año. Sí hubo modificación, ya en el precio del dólar para final de año G. 7.350 y G. 7.500 para el 2022-23 lo que implicaba un encarecimiento importante de la moneda norteamericana. Y se esperaba un déficit fiscal del -3,8% (PIB) para este año y del -2,5% para el próximo. Este mapa desdibujaba los anteriores que proyectaban un crecimiento económico para este año. De lo blanco pasamos a lo negro en muy corto tiempo. En mayo se redujo por primera vez la estimación de la caída económica este año del -1,7% al -1% (PIB) proyectándose un 5% de crecimiento para el 2023. Y se volvió a la normalidad en cuanto al precio del dólar G. 7.000 y G. 7.122. Con una inflación proyectada del 8,8%.

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Y en su último informe el departamento económico brasileño volvió a recortar su estimación de caída económica para este año del -1% al -0,5% (PIB) más que nada por el fuerte repunte que se dio en agosto tanto en la actividad económica como en las ventas (consumo), como un punto de inflexión. Pero reajustan sus precios finales del dólar de G: 7.150 y G. 7.350 para el 2022-23. Esta modificación actual del mapa coincide con nuestro análisis independiente y que lo habíamos desarrollado en artículos anteriores con la conclusión que “lo peor de lo peor ha pasado”. No se dio la caída del casi 2% esperada este año por varias razones: los muy buenos precios internacionales de nuestras exportaciones, la buena voluntad y capacidad de refinanciamiento de las deudas de los productores del campo (bajo supervisión del BCP), la estabilidad en la cotización del dólar que amortiguó las subas de precios de los combustibles, con la posterior estabilidad y disminución de precios de varios derivados del petróleo, un menor pero importante nivel de construcción civil y pública, la muy gradual desaceleración de la inflación sin llegar al estimado 10% y más, una economía brasileña más sólida en crecimiento y la estabilidad del valor de su moneda, y, por favor sin hacer juicio de valor, un contrabando masivo que “hizo rendir” el menor y bajo ingreso de la gente que aún está en “lo peor”. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo.

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