• Por el Hno. Mariosvaldo Florentino
  • Capuchino

De las primeras palabras del evangelio de este domingo, ya podemos entender la dirección de la reflexión que la Iglesia nos propone: nuestra oración debe ser constante.

Cuando queremos descubrir qué aspecto del evangelio dominical la Iglesia quiere reforzar, debemos leer la primera lectura, que siempre nos muestra en el Antiguo Testamento una prefiguración de lo que nos dice el evangelio.

En el libro del Éxodo encontramos un relato en el cual se presenta una batalla entre el Pueblo de Dios y otro pueblo que les había atacado. Nos dice que mientras ellos luchaban Moisés se subió a una montaña para orar: cuando Moisés tenía los brazos levantados los israelitas vencían, cuando Moisés bajaba los brazos los israelitas perdían. Como Moisés en un cierto momento ya no aguantaba más tener los brazos levantados por el cansancio, entonces dos otras personas sostuvieron sus brazos levantados hasta la victoria. Los brazos levantados de Moisés son símbolo de la oración, que debe ser siempre constante.

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Los desafíos de la vida son muchos. Nuestra lucha contra el mal y contra sus tentaciones no debe tener pausa. Si “cruzamos los brazos” el mal empieza a vencer, y nosotros comenzamos a hundirnos. Para que el mal crezca no necesitamos hacer nada, basta ser pasivos y él ya nos arrastrará. Pero para permanecer en el bien necesitamos buscarlo con perseverancia y esfuerzo, es necesario estar activos.

La oración es el instrumento que nos ha dejado Dios, para que podamos vencer al mundo. ¡Y el mundo sabe de esto! Por eso el enemigo siempre está intentando romper con nuestra vida de oración, pues es el mejor modo de debilitarnos.

En nuestros días él encontró un modo muy sutil de hacerlo. Si él nos dijera que la oración no es importante, que no sirve para nada, sería muy directo, y creo que muchos de nosotros no le daríamos crédito. Entonces nos preparó una trampa disfrazada, pero mucho más peligrosa. Cuantas veces nosotros ya escuchamos o hasta dijimos: “la oración es muy importante, pero cada uno debe hacerla solamente cuando tiene ganas”. “A la misa yo voy solo cuanto me siento bien…”. “A veces me da ganas de leer la Biblia, de rezar un rosario o de entrar en una iglesia y entonces lo hago, los otros días cuando estoy muy ocupado no hago, y muchos días me olvido”. Y tantas otras expresiones.

Esta es la victoria del mundo, que tiene miedo de las personas que perseveran en la oración. Hacer de la oración un evento ocasional significa destruir la fuerza de nuestra fe. Es colocar nuestra vida interior entre las cosas que hasta son importantes, pero que no son necesarias. Pues las cosas que creemos ser necesarias para la vida, las hacemos, aunque no tengamos tanto gusto. Una medicina en un tratamiento, no la utilizamos solo cuando nos da las ganas. A la escuela no se puede ir solo cuando se está inspirado. Quien solo hace lo que le gusta está condenado a la muerte. Quien reza solamente de vez en cuando, no sirve de nada. Esta oración se pierde, no cambia nada. Se queda siempre en el mismo lugar, no madura la fe, será condenado a un infantilismo espiritual.

Quien quiere ser un cristiano de verdad tiene que tener un proyecto serio de oración, de contacto con la Palabra, de vida sacramental. Tiene que ser fiel, perseverante, constante. Aunque en algún día no sienta nada, aunque alguna vez tenga que hacer un esfuerzo de vencerse a sí mismo, aunque tenga que renunciar a alguna otra cosa mucho más placentera para ser fiel al encuentro con el Señor.

Pero también es muy importante saber que este proceso de conversión no debe ser hecho solitariamente. Ciertamente tendremos momentos difíciles, muchas veces “nuestros brazos estarán cansados y sin fuerzas para mantenerse levantados” y entonces serán necesarios los hermanos para sostener nuestros brazos, para que nos ayuden a perseverar.

La oración no es importante, es necesaria. Formar comunidad no es importante, es necesario.

El Señor te bendiga y te guarde,

El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la paz.

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