• Por Eduardo “Pipó” Dios
  • Columnista

En la criminología, y en la criminología “karape”, que es la que practicamos los aficionados a las series policiales, cuando ocurre un crimen, lo primero que se preguntan siempre es quién tendría motivos para cometerlo, quién tendría interés en que suceda, quién se beneficiaría.

Como cuando sucedió lo del 31-M con el asesinato de Rodrigo Quintana, en extrañas circunstancias hasta hoy jamás aclaradas, más por las chicanas y trabas puestas por sus propios correligionarios y compañeros, quienes en vez de ser los más interesados en esclarecer el hecho, simplemente lo utilizaron y lo siguen utilizando como propaganda política, sucia, pero propaganda al fin.

Si bien han aparecido reveladores videos donde los propios supuestos compañeros de Rodrigo Quintana no mostraban el menor respeto por su compañero muerto, y se ocupaban de mover el cadáver, ensuciar la escena del crimen, esconder pruebas, mientras se paseaban por la sede del PLRA con uno de los policías acusados de haber disparado como si fuera un amigo más de la casa; la Justicia cómplice sigue dilatando el esclarecimiento de estas cuestiones gravísimas. Ellos jamás insinuaron alguna explicación a su, al menos, altamente sospechosa conducta.

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Recordemos que todo empezó con el incendio del Congreso Nacional, un hecho no solamente grave desde el punto de vista criminal, sino institucional, y todo por el simple hecho de que el grupo que llevó a cabo el crimen, liderado por el nunca bien ponderado Efraín Alegre, a pesar de su alianza abierta hasta el día de hoy con Mario Abdo Benítez y sus socios, no tenía los votos suficientes para frenar un pedido de enmienda constitucional, que aún debía pasar por el voto popular. O sea, no tengo votos, rompo todo... o quemo.

Nuevamente volvieron a intentar incendiar el local del Partido Colorado de la mano de las patotas efrainistas, con la plena colaboración del gobierno abdista y su “narcoministro” del Interior en ese entonces, el también nunca bien ponderado Arnaldo Giuzzio.

La semana pasada, a menos de tres meses de las internas coloradas, donde es casi indiscutible la victoria aplastante de Santiago Peña, lo que eriza los pelos a los delincuentes en función de gobierno y sus socios/cómplices en todos estos más de cuatro larguísimos años de robo, latrocinio, muerte y hambre, otro “casual” incendio acabó con la vida de un pobre trabajador del Tribunal Electoral, y derritió casi un tercio de las máquinas de votación preparadas para el 18 de diciembre próximo.

En cuestión de minutos, el amanuense y cabecilla de los violentos y agitadores del efrainismo, el delincuente Luis Wagner, mágicamente ya se encontraba montando un show en el lugar, ya tenía claro quiénes fueron y quiénes eran responsables, solo le faltaba el documento para solicitar el juicio político al único miembro colorado del TSJE, ya que, también casualmente, los otros andaban de paseo por el exterior y “no se les podía reprochar nada” ndajeko. Solo que el segundo acto piromaníaco, para el que mandaron a dos “adelantados” de su propio equipo, que fueron detectados infraganti y denunciados, hizo que se evidencie más aún su interés en hacer arder las urnas.

El show y la maquinaria mediática del tándem abdismo/oposición/prensaamiga empezaron a operar rápidamente, sin reparar en la premisa básica que hacíamos al comienzo del artículo, ¿quién puede tener interés en retrasar o modificar el calendario electoral? ¿Los que ganan lejos en cualquier medición y sufren diariamente la persecución despiadada y sistemática del Gobierno y sus aliados? ¿Por qué? ¿Quién necesita tiempo para ensayar alguna otra persecución o seguir con el terrorismo de Estado? El Gobierno ya sabe que perdió la interna, solo le resta dilatar su caída inexorable, y la oposición, donde Efraín, para quien, si bien, por un lado está seguro de su victoria en las internas de la Concertación, armada a su medida, el tiempo puede ser la única herramienta para intentar resquebrajar y debilitar a su seguro rival en abril, con quien también pierde lejos en todas las mediciones propias y ajenas. Motivos no le faltan, experiencia en golpes y guerra sucia tienen de sobra y lo de la piromanía... ya es un hábito casi, pareciera, hasta placentero.

El segundo acto piromaníaco, para el que mandaron a dos “adelantados” de su propio equipo, que fueron detectados infraganti y denunciados, hizo que se evidencie más aún su interés en hacer arder las urnas.

Etiquetas: #Piromanía

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