Es interesante ver cómo en el evangelio encontramos con mucha claridad criterios para ordenar nuestras vidas y también para poder entender a los demás. Por ejemplo, esta frase que elegimos en este domingo tiene una fuerza toda especial y también manifiesta el error de una mentalidad que quiere justificar las pequeñas faltas, o pequeñas infidelidades, o pequeños errores. Nuestra cultura tiende a ver como normales y aceptables las fallas pequeñas.

Generalmente no damos mucha importancia a un pequeño hurto (como viajar sin pagar el boleto; consumir una fruta, un caramelo, un yogurt en el súper; no devolver un vuelto equivocado…). Una pequeña trampa (no respetar una fila; dar una información errada; quitar ventajas sobre otros...) hasta son loados como signo de vivacidad. La falta de gentileza (no dar el puesto a una persona que sea mayor, a una embarazada; no saludar o no responder a un saludo; no saber decir “por favor”, o “muchas gracias”; no dejar que el otro se sirva primero...) también se está volviendo normal. La falta de sinceridad (no mantener la palabra; inventar historias para excusarse o aumentar los hechos dejando mal a otros; no defender sus principios y como el camaleón adecuarse a las opiniones ajenas... es visto por muchos como necesario para vivir bien.

En un cierto modo estamos tan habituados a estas cosas que ni sentimos la necesidad de corregirnos, y tampoco esperamos de las demás actitudes como estas. Ya no nos escandalizan las pequeñas cosas. Sin embargo, el evangelio nos dice que “el que es fiel en lo poco, es fiel también en lo mucho; y el que es injusto en lo poco, también es injusto en lo mucho”.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Pienso que aquí estará el secreto del porque es tan difícil encontrar personas realmente honestas para ocupar los cargos públicos. Del porque existe tanta corrupción en nuestras instituciones. Del porqué existe tanta insensibilidad para con los que sufren.

Somos hijos de una cultura, que no nos enseña a ser fiel en lo poco. La consecuencia es clara, según el evangelio: no somos confiables para las cosas grandes. No sirve nada gritar y reclamar de las grandes corrupciones, hacer bellos discursos, arrancar aplausos efusivos, si no estamos dispuestos a cambiar nuestras pequeñas acciones. Los grandes ladrones podrán ser punidos, pero difícilmente cambiarán, y cuando tengan otra oportunidad harán lo mismo. La honestidad, así como todos los demás valores, debe ser aprendida y entrenada en las pequeñas cosas.

Es una ilusión pensar que “yo me permito hacer esto solo porque es una cosa pequeñita e insignificante, pero si fuera una cosa grande no lo haría jamás”, pues cuando tenga una oportunidad, y me sienta seguro, haré también en lo grande. El tentador nos prepara en las pequeñas cosas y nos empuja a las grandes. Quien no sabe contenerse en las pequeñitas cosas, delante de las grandes también no será capaz.

Es incoherente denunciar a los demás si yo hago las mismas cosas, aunque en proporción bien menor. “El que es fiel en lo muy poco, es fiel también en lo mucho; y el que es injusto en lo muy poco, también es injusto en lo mucho”.

Ayúdanos Señor a trasformar nuestra vida cotidiana en una escuela de los valores. Ayúdanos a no ser permisivos en las pequeñas cosas para poder recuperar nuestra sociedad. Ayúdanos a ser honestos hasta en las cosas más insignificantes y que nadie percibe. Danos un espíritu decidido y firme capaz de ser fiel en lo muy poco.

El Señor te bendiga y te guarde.

El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la paz.

Dejanos tu comentario