“Duele decirlo, pero hay que decirlo”

Al nuevo proyecto de presupuesto de gastos de la nación 2023 (política fiscal del Gobierno), instalado en el Parlamento el 1º de setiembre pasado para su estudio y aprobación (con cambios seguros, por lo general para engordarlo, más aún en pleno período extenso de campaña política electoral, con la misma incertidumbre de lo malo que ocurrió en 1997-99, por culpa principal del discurso extremista de los medios de comunicación, que repiten los políticos enanos), lo encuentro, en su lado bueno o positivo, que está ajustado en términos de recursos a disponer en un año próximo con la renovada amenaza de la maldita Niña. No está desajustado con estimaciones de ingresos poco reales ni con la responsabilidad de cumplir con los gastos fundamentales del funcionamiento del aparato público para prestar sus servicios básicos a la población. Aunque la calidad y cobertura de los mismos deja mucho que desear, hay ampliaciones aplaudibles en ciertos programas sociales claves para un segmento de la población en el rango de las más necesitadas.

Si el Parlamento no desajusta el proyecto fiscal 2023 ajustado pisaremos con más decisión y convicción el último año de un gobierno con una impopularidad tremenda, pese a que se endeudó como nunca en nuestra historia y su propósito principal no fue el cuidado de la gente sino los mejores y mayores recursos para las obras públicas elefantes. Gran endeudamiento y obras gigantes van de la mano. Ganan unos pocos y pierden muchos. ¿Ejemplo?: sacrificar viviendas sociales por el maldito puente de Conrado Hoeckle, o mejores escuela y colegios, o más salud con calidad. Marcharán por el/los puentes y rutas compatriotas semi-analfabetos, laboralmente descalificados, con salud en dificultades, y familias hacinadas. Habrá que cuidar que no roben las obras.

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Desde el punto de vista de las prioridades (para necesidades infinitas) a la hora de destinar los recursos (siempre escasos), el proyecto fiscal 2023 está muy desequilibrado, en línea con cual ha sido la política del Gobierno desde que asumió. Vamos a los números para mostrar la realidad con comparaciones. En el 2023 el MOPC podría invertir (uno de los escenarios) 1.007 millones de dólares (2,3% del tamaño de la economía). El presupuesto proyectado para Salud es de 1.027 millones de dólares (uno de los escenarios), también equivalente al 2,3% del PIB. Es cierto, aquí no está IPS. ¿Pero aún así cómo poner las obras al mismo nivel que la salud general? Según fuentes oficiales el presupuesto actual de salud es del 1,8% PIB o 737 millones de dólares. Ojo: una cosa es el papel y otra la ejecución real. A nivel internacional lo recomendable como básico es una inversión en salud del 6% del PIB. En nuestro caso para el 2023 tendríamos que tener un presupuesto de 2.625 millones de dólares. En mi humilde opinión, para mi gente el 6% es aún bajo, con calidad incluida. Al cerrarse el 2023 tendríamos una deuda pública de 16.535 millones de dólares (37,8% PIB), es decir en cinco años, se daría un aumento de 8.494 millones de dólares o del 106%, algo jamás dado en toda nuestra historia económica. En un 60% al 70% el aumento de la deuda tuvo en las obras públicas su ejecución. Marito Corazón de Piedra nos deja cemento y asfalto sobre el esfuerzo, la sangre, las lágrimas y el sudor, copiando al gran Winston Churchill. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo.

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