• Por Aníbal Saucedo Rodas
  • Periodista, docente y político

La vida es un eterno retorno. Circular. Siempre estamos regresando al punto de partida. Aunque nuestra existencia haya acumulado kilómetros o años, los pasajes son de ida y vuelta. Nos detenemos en la misma estación, una y otra vez. Y los fenómenos externos, no pocas veces, nos envuelven como víctimas de su repetida presencia. Hegel los redujo a dos, aunque precisando que se refería a los grandes hechos de la historia universal. “Pero omitió añadir –escribiría posteriormente Marx en el primer párrafo en su ‘Dieciocho Brumario’–, primero como tragedia, y después como farsa”. Por ejemplo, los regímenes de Alfredo Stroessner y Mario Abdo Benítez, unidos por el irrompible cordón umbilical de idéntica ideología autoritaria. Así, la dictadura trágica volvió como farsa democrática. Pero con intacta mentalidad reivindicadora de ese pasado de terror. La diferencia es que Stroessner nunca pensó en un sucesor porque se creía inmortal; el actual presidente lo busca desesperadamente. La misma tentación de todos los mandatarios de la transición. Desde 1989 hasta el presente. El único que pudo hacerlo fue el general Andrés Rodríguez por el atajo del fraude electoral, saboteando la legítima victoria de Luis María Argaña. De esta manera, por la puerta lateral llegó al Palacio de López el ingeniero Juan Carlos Wasmosy, por la Asociación Nacional Republicana.

La circularidad de nuestra historia política hace que muchos de nuestros artículos (involucra a todos los periodistas) se muevan en redonda dirección. Pero la memoria se ablanda mejor con molestos martillazos, como cayendo ruidosamente sobre el yunque. Reiterativos, quizás; aburridos, tal vez. Pero absolutamente necesarios para remojar los recuerdos. El candidato del ingeniero Juan Carlos Wasmosy, su colega en la profesión, Carlos Facetti, ni siquiera pasó las internas partidarias, en setiembre de 1997. Ganó Lino César Oviedo. En marzo de 1998, el ex general es condenado a diez años de cárcel por su intento de golpe de Estado el 22 de abril de 1996. Su compañero de fórmula, el ingeniero Raúl Cubas Grau, se convierte así en la cabeza de la dupla del Partido Colorado, asumiendo la candidatura a vicepresidente el doctor Argaña, el segundo mejor votado en aquellos comicios internos de la ANR. El 10 de mayo de 1998, Cubas Grau es electo como el presidente número 45 del Paraguay. El asesinato de Argaña en un atentado ocurrido el 23 de marzo de 1999 provocó una movilización popular que concluyó con varios muertos y la renuncia del jefe de Estado. El titular del Congreso de la Nación, el senador Luis Ángel González Macchi, es designado para finalizar el mandato.

El entonces senador del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), Julio César “Yoyito” Franco, fue electo vicepresidente el 13 de agosto del 2000. Naturalmente, también intentó ascender al primer escalón, pero fue derrotado por Nicanor Duarte Frutos el 27 de abril del 2003. La muerte de Argaña y la fuga de Oviedo facilitaron el camino de Duarte Frutos, quien tuvo el apoyo solapado de González Macchi, por haber sido su ministro de Educación y Cultura. Apenas dejado el cargo para candidatarse a la Presidencia de la República, dirigió hacia su ex jefe un discurso cargado de agresión descalificadora y burlas mordaces, intentando despegarse de una administración –desastrosa, por cierto– de la cual había sido parte hasta hacía poco. Impronta que sella su carrera política y vida personal hasta el día de hoy. Y como todo integrante de este gobierno, sin esperanzas de redención.

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Duarte Frutos impuso en el oficialismo la candidatura de Blanca Ovelar en el 2007, lo que no sería obstáculo para que el vicepresidente Luis Alberto Castiglioni también lanzara la suya. Y Castiglioni repite la historia: golpea a Nicanor con el mismo látigo con que este había despellejado a González Macchi. La ex ministra de Educación y Cultura sorteó las internas, pero fue derrotada por Fernando Lugo y la Alianza Patriótica para el Cambio el 20 de abril del 2008. Después de sesenta años de hegemonía, incluida una larga dictadura militar, el Partido Colorado conocía el sabor de la llanura. De la mano de Horacio Cartes, la ANR retornó al poder, el candidato que superó por primera vez el millón de votos. Tampoco se escapó del deseo de dejar como sucesor a alguien de su confianza. El ex ministro de Hacienda Santiago Peña pierde las internas frente a Mario Abdo Benítez el 17 de diciembre del 2017. Este último gana las generales el domingo 22 de abril del 2018. Hugo Velázquez asume la Vicepresidencia de la República. Pero nunca sería el elegido del Ejecutivo (que es uno solo).

El señor Abdo Benítez, desde el 15 de agosto del 2018, puso en la línea de largada a Eduardo Petta, del Ministerio de Educación y Ciencias, y al ministro de Obras Públicas y Comunicaciones, Arnoldo Wiens. Arrastrado el primero por una ola de protestas ciudadanas, quedaba en solitario el ex pastor menonita. Pero viejo zorro, más que “Toro”, Velázquez se anticipó a la jugada y lanzó su precandidatura en julio del año pasado. El Presidente nunca se tragó ese sapo. Y, en la primera oportunidad, lo sacó del carril. Hace más de dos años, puntualmente, el 28 de agosto del 2020, escribía en este mismo espacio que Wiens era el caballo del comisario. No me equivoqué.

Cuando las historias verdaderas se transforman en metáforas suelen golpearse contra la realidad. En el interior del país, el caballo del comisario nunca perdía, aunque perdiera. Y si la evidencia superaba los dos cuerpos, alegaba partida adelantada. Y se repetía la carrera. En la política, el caballo del comisario nunca gana. Es un maleficio, publicaba el colega Marcos Cáceres Amarilla el 4 de marzo del 2015, en el diario Abc Color. Yo prefiero el sustantivo maldición. En este caso, con la agravante de que se cometió el pecado mortal de cambiar de caballo a mitad del río. Buen provecho.

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