- Por Juan Carlos Zárate Lázaro
- MBA
- jzaratelazaro@gmail.com
Venimos soportando una de las coyunturas más difíciles de los últimos años, traducida en la caída y escaso crecimiento de los diversos sectores de la actividad económica, responsables de la generación de los principales productos y servicios, trayendo aparejado menores niveles de comercialización e ingresos de divisas, trasuntado en las proyecciones preliminares de un pobrísimo crecimiento económico que no sería mayor al 0,2% para este año.
Los últimos años han sido “a puro golpe”, impactando fuertemente en la evolución de nuestra macro y microeconomía, en un país como el nuestro donde seguimos con una elevada dependencia del cultivo y cosecha de nuestros principales productos agrícolas.
El desfavorable comportamiento de nuestra economía en los últimos años terminó repercutiendo en los niveles de importaciones, debido al menor flujo de ingreso de divisas y una microeconomía resentida en su gestión económica-financiera.
Todo termina golpeando donde “más duele”, el bolsillo de la gente, incrementando la cantidad de pobres haciendo que vaya expandiéndose aceleradamente.
El efecto multiplicador negativo que muestran estas coyunturas hace que lo que perjudica en forma directa a un sector se extienda a otras actividades conexas y finalmente a diversos grupos económicos dentro de nuestra microeconomía en un “efecto cascada”.
Los menores volúmenes de cosecha de soja y otros granos repercuten en la actividad de los trabajadores del campo, a través de menos trabajo y consecuente caída de sus ingresos, en el transporte con menores movimientos de pasajeros y cargas y un escasísimo nivel de facturaciones en los comercios que venden menos dada la cada vez más limitada capacidad de compra de nuestra gente, poniendo en aprieto también al empleo privado en las zonas urbanas.
Si nuestra economía no llegare a reaccionar vigorosamente en los próximos meses, manteniéndose anémica, golpeará con mayor fuerza a los más frágiles, quienes podrán caer en situaciones de mayor vulnerabilidad.
El número de pobres en Paraguay asciende a 1.951.000 individuos, equivalente al 26,4% de la población. Estimaciones de especialistas señalan que, con la actual situación económica desfavorable, dicha cifra estaría aumentando fuertemente si no se toman las medidas correctivas que los ameritan en tiempo y forma.
No solo será necesario mejorar nuestra actividad económica, sino invertir más y mejor en la gente, sobre todo en las nuevas generaciones que deben enfrentar los desafíos con los medios que tienen a su alcance.
Técnicos del Banco Mundial señalaron que la falta de previsión y las políticas públicas poco acertadas en el ámbito de la educación estarían generando un retroceso en una porción considerable de la población en edad de estudiar (niños y jóvenes). Con la inversión actual inferior al 3% vs. PIB no llegaremos ni a “Calle Última”.
Si no incorporamos los elementos necesarios que permitan un mejor aprovechamiento de los cambios tecnológicos, podrán profundizarse las situaciones de desigualdad y el impacto negativo que trae aparejado en nuestro capital humano empeorarían mucho más.
Resulta imperioso el fortalecimiento de los programas de formación continua con acciones dirigidas a reentrenar a los trabajadores y promover habilidades que requiere el mercado laboral que les permitan mayores chances de acceder a puestos de trabajo.
Se hace necesario repensar el sistema educativo actual en su conjunto. Que se tienda hacia un sistema de trabajo en proyectos con pensamiento crítico y capacidad de resolución de problemas, promoviendo las habilidades socio-emocionales y de conocimiento de mayor complejidad, con técnicas específicas.
Si no dinamizamos nuestra capacidad innovadora y creativa, no nos reinventamos permanentemente, no invertimos lo necesario en investigación y desarrollo y en las TICs, no sería de extrañar que en algún momento quedemos “empantanados” tanto a nivel regional como de extrarregión.