• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político.

La construcción de los ataques políticos basados en ejes discursivos que tienen como principal ingrediente a las fake news está quedando cada vez más en evidencia. A medida que pasan los días, semanas y meses rumbo a las elecciones internas y simultáneas que se celebrarán el 18 de diciembre, los equipos de Estrategia y Comunicación Política están desplegando con mayor asiduidad una ramificación de lo que son sus campañas oficiales.

Una de las tácticas que más se está viendo es aquello de forzar conexiones entre los eventos y personas. Pero en realidad esta es una consecuencia de algo de bastante mayor profundidad: minimizar los alcances que puede tener en las casas de las familias paraguayas y sobre todo las emociones en contrario que se pueden generar hacia una democracia, sistema de partidos y una mayoría de políticos que ponen en agenda temas muy distintos a los que se hablan en la mesa de los domingos, una ronda de tereré o al momento de compartir una cerveza.

La profunda desconexión entre las agendas políticas y la ciudadana es una fractura que queda expuesta con mayor frecuencia. Mientras se habla de los problemas del bolsillo (economía, desempleo, subempleo, cadena de pago) en una supuesta élite se plantean dicotomías como que el cartismo es el principio y fin de todos los males del Paraguay, a estas alturas ya no es más que una prueba latente de falta de originalidad y creatividad.

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Forzando conexiones, esa es una de las tácticas que se elige en un desmesurado intento por “probar” puntos a favor de una lógica muy alejada del raciocinio. La ex esposa de la hija del vecino del chofer del camión que en algún momento (años atrás) distribuyó Pulp. El contador del carnicero que le vendió la costilla ancha al periodista del Grupo Nación Media. El cuñado de la peluquera que es novia del primo del que trabaja como seguridad de la fiscal que no investiga lo suficiente. El ex consuegro de los padres del futbolista de Libertad que tiene su cuenta en Basa. Y bien vale el absurdo de los ejemplos, es así que se plantea y se presenta como hechos, noticias cuando no directamente pruebas irrefutables que todos cargan con sospecha. Primero se embarra, se fuerzan relaciones, se miden las reacciones y en base a eso se ve si se persiste o si se deja morir el tema por inanición o profundizar la cuestión. Es un eterno loop de dramatizaciones, cuyos principales personajes son el desvarío y la radicalización.

La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, nos está mostrando uno de sus rostros menos agraciados: el de la flexibilización de la verdad con el único ánimo de intentar probar un punto en las líneas discursivas asentadas en la revancha y falta de mística.

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