Creo que podremos interpretar bien este versículo del Evangelio a partir de las experiencias de los atletas. Todos sabemos cuán difícil es que una persona llegue a ser un atleta olímpico.

Necesita una preparación extraordinaria, una dedicación muy intensa y sobre todo saber hacer muchas renuncias. Sin un gran esfuerzo personal, un espíritu decidido y mucha perseverancia es imposible soñar con el podio.

Ciertamente muchos han deseado tener esta oportunidad, pero sin estar realmente dispuestos a sudar lo suficiente, o a cambiar sus hábitos y costumbres, o aun a perseverar hasta con mal tiempo. Podríamos decir, quien quiere ser un buen atleta, debe estar dispuesto a entrar por la puerta angosta. Esta “puerta angosta” son todas las implicancias de su entrenamiento. Toda su vida estará marcada por este objetivo: horas y horas de practica (estando dispuesto a repetir muchas veces la misma cosa); una dieta alimentaria muy controlada; y renuncias a muchas diversiones (fiestas, bebidas, ciertos viajes...). Es necesaria una vida muy disciplinada sin dejarse llevar por el “cuando me dé la gana”. No es suficiente tener buena intención, como tampoco se puede dejar para empezar la preparación más tarde.

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La vida cristiana en muchos aspectos puede ser comparada a la vida de un atleta. San Pablo ya nos hizo esta comparación (1Cor 9, 25). También nosotros estamos invitados a entrar por la “puerta angosta”. Así como el atleta tiene toda su vida determinada por su objetivo, también el seguimiento de Cristo tiene implicancias en todos los sectores de la vida. Es justamente esto que hace al cristianismo, cuando es vivido intensamente, una “puerta angosta”. Para ser un auténtico cristiano no basta haber sido bautizado, o participar de alguna misa como si fuera un acto social. El camino de Cristo exige también un gran esfuerzo, perseverancia y muchas renuncias. Debemos estar dispuestos a combatir nuestras malas inclinaciones y nuestros pecados. Y esto es muy exigente. Vencernos a nosotros mismos, es la primera gran batalla de nuestra vida espiritual. Necesitamos estar realmente decididos. Tener un deseo superficial no es suficiente, pues las seducciones de la “puerta ancha” nos harán caer fácilmente. Pero no bastan las renuncias. Es necesario entrenarse con las mismas acciones de Cristo: la oración, la caridad, el perdón, la disponibilidad, la obediencia, la apertura... Quedarse solamente con las renuncias sin buscar la configuración con Cristo es estéril, no es aún cristianismo. Infelizmente hay personas que piensan que basta no cometer pecados, pero ningún atleta será vencedor solamente por dejar de hacer ciertas cosas, él necesita entrenarse.

¿Pero por qué todo este esfuerzo? ¿Por qué buscar la puerta angosta? El atleta intenta superarse y ganar el reconocimiento de los demás, y por esta gloria, él siente que todo su esfuerzo vale la pena. El cristiano al contrario no piensa en la gloria de este mundo, su acción es respuesta al Amor de Dios. Es la fe que nos enseña que la verdadera felicidad se encuentra pasando a través de la puerta angosta, pues la puerta ancha conduce a la autodestrucción.

Hoy muchos prefieren la buena vida, los placeres, las comodidades y sin percibir están forjándose la propia ruina.

Que Dios nos ayude a caminar en su sendero, sin temer a las dificultades.

El Señor te bendiga y te guarde,

El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.

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