• Por Aníbal Saucedo Rodas
  • Periodista, docente y político

Cohabitar en la diversidad no es, precisamente, uno de los puntos sobresalientes de los partidos políticos nacionales. Ni siquiera es posible una convivencia duradera entre sus movimientos componentes. A veces, las disputas intestinas son brutalmente más agresivas que los naturales enfrentamientos entre las diferentes asociaciones partidarias que aspiran los mismos objetivos. El mayor de todos es siempre la Presidencia de la República. El afán de destrucción mutua suele ser más fuerte que el saludable (para el pueblo) despliegue de una artillería de agendas para estructurar soluciones a los dramáticos problemas que nos duelen desde hace décadas: la pobreza, la ignorancia, el deficitario sistema de salud, la postergación indefinida de una cultura de la democracia, la deuda agravada con la seguridad alimentaria y esa fijación inveterada de convertir la cosa pública en propiedad privada. Este gobierno tuvo el plus especial de combinar la ineficiencia, la improvisación –producto de la mediocridad de sus actores centrales–, la corrupción y la impunidad. Un autodestructivo molotov.

Durante la dictadura, la crítica era silenciada en los calabozos. En el más benigno de los casos. Tiempos que añora el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, cuya irritación alcanza picos de récord ante cualquier cuestionamiento a su (pésima) gestión. Es en la transición –interminable, por cierto– democrática en que los ánimos se tornaron irascibles y los agravios desbordantes. La elegancia de la oratoria dio paso a unos disparos continuos de bochornosos escupitajos a la decencia y al buen gusto. El griterío de la vulgaridad pretende enterrar al talento y a la inteligencia. Aun así, en estos años, algunos candidatos se ejercitaron para mantener la calma y evitar el espinoso sendero de la descalificación sin argumentos. Un mal que no resiste ningún partido político.

Aunque es dentro del Partido Colorado donde la sangre brilla con mayor intensidad en los cuchillos de la discordia, la oposición, también, tuvo y tiene sus momentos de gloriosos duelos con rudimentarios estoques y herrumbrados estiletes. Sin embargo, en los primeros meses de este año, el deseo común de derrotar a la Asociación Nacional Republicana (ANR) sublimó las divergencias. Y con indisimulada doblez simularon que aceptarían las reglas de la Concertación, toda vez que esas reglas se ajusten a sus propósitos personales o sectoriales. El aliado imprescindible e insustituible que aspira tener el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) es el Frente Guasu. Una experiencia electoral exitosa en el 2008, pero con una posición inversa. En la Alianza Patriótica para el Cambio lideraba la izquierda. En la Concertación esa chance es prácticamente improbable.

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El Frente Guasu es la única concertación real dentro de la Concertación Nacional. Porque se trata de un proyecto integrado por partidos y movimientos políticos ideológicamente afines. O de individualidades que se sumaron para compartir su plataforma programática en cuanto a misión y función del Estado dentro de la sociedad, su intervención en la vida económica del país, su posición sobre la mejor forma de distribución de tierras a los campesinos (o la recuperación de aquellas de origen espurio) y la devolución a los pueblos originarios de sus territorios ancestrales. Visión absolutamente incompatible con el pensamiento de varias de las organizaciones partidarias que forman parte del actual conglomerado opositor.

De hecho, uno de los hombres más influyentes en el entorno de Fernando Lugo, líder indiscutible e indiscutido de esta propuesta de la izquierda paraguaya, el senador y ex colorado ingeniero Miguel Fulgencio Rodríguez, reiteró que sería difícil compartir escenario con la extrema derecha personificada por el Partido Patria Querida (PPQ). Sin embargo, evaluando estrategias y ponderando posibilidades, el FG y su Ñemongeta por una Patria Nueva decidieron incorporarse a la Concertación, cuya cabeza innegociable e indeclinable es el presidente del PLRA, Efraín Alegre, quien, sopesando el caudal electoral de su partido está seguro de su triunfo el próximo 18 de diciembre de este año.

Esperanza Martínez apostó todas sus fichas en el padrón abierto, confiada en el voto de independientes y colorados. Pero no todo es paz dentro de la Concertación. Algunos miembros relevantes calculan la posibilidad de volver a salir, así como ya lo hicieron en el mes de febrero pasado. La precandidata por el Ñemongeta por una Patria Nueva asegura que no abandonará el frente opositor. Aunque la posibilidad de derrotar a Efraín Alegre es muy remota. Quizás, como lo sostiene Euclides Acevedo, tendrá mayores chances fuera de la Concertación. Por ahí, hasta se les ocurre una alianza. Total, hasta el 31 de agosto se puede oficializar candidaturas. Mejor no alimentar sugerencias gratis. Buen provecho.

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