Hace 64 años, el Dr. Ramón Artemio Bracho (+), junto a un pequeño grupo de amigos, fundaba en la ciudad de Puerto Pinasco, Chaco paraguayo, la Cruzada Mundial de la Amistad. Desde ese humilde pueblo, en algún lugar inhóspito de un país inhóspito en el mundo, se fundaba un día que tendría repercusión mundial, ya que la ONU reconoció el 30 de julio como el Día Internacional de la Amistad (aunque en otros países se recuerda el Día del Amigo, no de la amistad, el 20 de julio).

Hoy por hoy, este día podría compararse al de la Madre o incluso a la Navidad por el impacto social que alcanzó. Los festejos, regalos, saludos y consumos son inmensos y se instaló como una de las fechas más recordadas en nuestro país.

Pienso en el increíble poder de la perseverancia. Tantas décadas tratando de que una idea sea tomada, y fue tomada, al punto de llegar a ser lo que es. Muchas veces, no se trata de estar en el lugar correcto y a la hora correcta; muchas veces, se trata de creer y perseverar. Puerto Pinasco no era el lugar “correcto”; un lugar correcto para expandir una idea y una visión a nivel nacional y mundial sería la capital de un país o las ciudades más importantes del mundo; pero no, fue Puerto Pinasco, Chaco paraguayo, el lugar elegido. Esto nos debe enseñar y hablar mucho.

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La Biblia nos habla de la amistad. Dice en el libro de Proverbios 18.24 que “el hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo, y hay amigos más unidos que un hermano”.

También Dios llama amigo a Abraham, el padre de la fe (Isaías 41.8). Y Jesús también nos dice en Juan 15.13-15: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor, pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi padre, os las he dado a conocer”. Estos versículos nos hablan de dependencia, fe, confianza, intimidad, lealtad y compañía, todo esto es amistad. Jesús nos enseña que la amistad más importante es la suya, pues Él es nuestro Señor y Salvador. Nadie mejor que Él es digno de nuestra lealtad y amistad.

Donaríamos a un amigo un riñón, muchos lo harían, pero dudo que lo hagamos con un corazón estando vivos y sanos. Jesús lo hizo, Él murió por nuestros pecados y dio su vida por nosotros. Ese es el amor supremo: “Dar la vida por los amigos” (Juan 15.13).

Si no tienes una vida de dependencia hacia Él, conocimiento de su mensaje, poner en práctica sus mandamientos, hablar diariamente con Él a través de la oración y alejarte de todo aquello que ofende sus enseñanzas y personas, entonces no eres su amigo.

La amistad con Dios tiene implicancias eternas y es incondicional. Jesús llamó “amigo”a Judas cuando lo besó entregándolo. No fue solo una expresión, fue sincero, porque nos enseñaba que la amistad está por encima de la traición. Ese tipo de amistad es el que, precisamente, enseña Jesús. Él es digno de nuestra confianza y fidelidad porque Él es así con nosotros, y aun más.

Él nos llama amigos, quiere establecer una relación profunda y personal. No es un Dios distante, es cercano, es íntimo, abre sus puertas, está a disposición. Es solo cuestión de pedirle en oración y buscarlo leyendo su Palabra, que es la Biblia.

Etiquetas: #Dios#Amistad

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