La crisis continúa en la Argentina. Tal vez, un dato relevante sea que –desde la renuncia del ministro de Economía, Martín Guzmán y el fuerte impacto que esa dimisión tuvo en el deteriorado esquema de poder oficialista– las tres patas sobre las que se apoya el Frente de Todos (FdT), la coalición oficialista, el presidente Alberto Fernández, la vicepresidenta Cristina Fernández y el titular de la Cámara de Diputados y Diputadas Sergio Massa, una vez a la semana se reúnen para discutir la gestión del Estado.

Analizan en especial, la economía y las políticas sociales para contener el malhumor ciudadano. De todas formas, esos encuentros, formalmente, Cristina F los desmiente porque, al decir de coincidentes analistas, procura no aparecer en la consideración pública como cogobernando. Un esfuerzo inútil. Alberto y Cristina –desde que fueran la otrora fórmula presidencial en el 2019– hoy están al mando y son indisolubles. Las cartas están sobre el tapete. De hecho además de Juan Pablo Lohlé –militante peronista desde más de medio siglo y ex embajador argentino ante la Organización de Estados Americanos (OEA), en el Reino de España y en Brasil, estas dos últimas misiones durante las presidencias de Néstor Kirchner y la propia Cristina–, quien muchos meses atrás, ante este corresponsal sentenció que el presidente y la vice “van montados sobre mulas atadas y si una desbarranca arrastra a la otra”, el colega periodista Martín Rodríguez Yebra, en el diario La Nación de este país, ayer, opinó en forma coincidente y describió, en ese sentido, cuál es su visión acerca del actual armado del máximo poder político de la Nación que, a su juicio, está integrado por “un presidente que no preside y una jefa que esconde la mano que mueve los hilos”, pero que “navegan atados entre las olas de la crisis”. Claramente y en ese contexto, ninguno de ambos podrá salvarse en un eventual naufragio. No son pocos ni pocas en el partido que lidera el poder –el peronismo– los y las que piensan y opinan que “estamos y vamos mal”. El lunes pasado, en esta misma columna, se consignó que, entre los que así piensan y se expresan, “los espantan –aún marcando claramente las diferencias culturales, contextuales y coyunturales– las imágenes que llegan desde Sri Lanka”.

Un par de días más tarde, la agencia internacional de noticias AP, divulgó un listado de países con bajo nivel de reservas y en serios problemas entre los que se encuentran Egipto, Zimbabwe, Argentina y Sri Lanka. Quizás, los analistas de esa empresa informativa debieran haber destacado también –como graves problemas– la indetenible inflación, la licuefacción de los salarios, el imparable crecimiento de pobreza e indigencia, precisar que el 60% las personas pauperizadas son niños y niñas, que la clase media se derrumba para reagruparse como nuevos pobres (NUPOS).

La expresión “estamos y vamos mal”, parece confirmarse. Y mucho más cuando se verifica la erosión de la moneda. El dólar paralelo, informal, blue o como quieran llamarlo, el lunes pasado se transaba en $ 270 por unidad y esta mañana inicia desde un piso cercano en torno de los $ 290. Las calles –especialmente las de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), la capital argentina– en la semana que pasó se colmaron de protestas y piquetes que se expresan por una calidad de vida mayor que no se avizora, pero tienen derecho real a soñar. Para el 17 de agosto, la Confederación General del Trabajo (CGT) también se prepara para movilizar. Después de un largo silencio observacional vuelven del más allá.

Antes del anuncio público de la movilización consignada, se reunieron con Cristina F. El oficialismo, con una intensa campaña comunicacional procura que la responsabilidad del desastre recaiga sobre el empresariado y los medios. Más de lo mismo. La sociedad sabe dónde están quienes evidencian gestionar políticas inadecuadas con relatos inconducentes. No debería sorprender a nadie si, en las próximas semanas, las calles se ven desbordadas por reclamos que, además de los grupos piqueteros que no son afines al oficialismo, las ocupan otros manifestantes para expresar sus reclamos coincidentes y que, muchos y muchas de ellos y ellas sean NUPOS junto con organizaciones sociales cercanas al Frente de Todos, opositoras y opositores. En este contexto –cruzado de tensiones– se aproximada, inexorablemente, el 26 de julio que es cuando el presidente Alberto Fernández tiene cita en la Casa Blanca para reunirse con su homólogo norteamericano, Joe Biden.

Tampoco al anfitrión le va demasiado bien. La inflación estadounidense orilla el 10% anual. Las encuestas, impiadosas, dan cuenta del decrecimiento de su popularidad. Rusia y China están en el centro de sus preocupaciones, al igual que las elecciones de medio tiempo que podrían desgajar parte de su módico poder interno. La agenda de Alberto F. para ese encuentro, hasta el momento, está custodiada bajo siete llaves.

No son muchos ni muchas los que se atreven a pronosticar escenarios posibles. Algunos y algunas –agoreros y agoreras apoyándose en experiencias recientes– no quieren imaginar que podría decir a Biden las mismas palabras que un puñado de semanas atrás dijo a Vladimir Putin en el Kremlyn y a Xi Jinping en el Palacio del Pueblo, a unas pocas cuadras de la Ciudad Prohibida y a mucho menos distancia del mausoleo que guarda el cuerpo embalsamado de Mao. Vale recordar, en este punto, que el mandatario argentino, además, es quien preside la Celac, un foro que fuera impulsado por el fallecido ex presidente de Venezuela, Hugo Chávez; el ex presidente de Brasil y actual candidato para volver a serlo, Luis Inácio Lula da Silva; y, el también desaparecido ex jefe de Estado argentino, Néstor Kirchner, y que desde esa plataforma procuran –desde entonces– debilitar a la Organización de Estados Americanos (OEA).

A propósito de Lula. No menos de cinco fuentes oficialistas que exigen preservar sus identidades aseguran a La Nación de Paraguay que, desde los más allegados y allegadas a Cristina F., se sigue con mucha atención la evolución de las elecciones en Brasil que se desarrollarán en octubre venidero. “Si Lula gana, Cristina y nosotros sentiremos ese triunfo como propio y actuaremos en línea con ello porque se trata de un compañero que fue víctima de operaciones de lawfare”. Sin embargo y con cautela, agregaron que se mantienen “expectantes porque no será lo mismo si triunfa en primera vuelta o si debe disputar el deseado regreso a Planalto en un segundo turno”.

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