Desde diciembre del 2018 a mayo del 2022 (última información disponible) Marito agarró 7.746 millones de dólares en desembolsos de deuda pública o del Estado paraguayo (que es nuestro en general, y de Juan Pueblo en particular). Como los pagos de capital e interés en el período mencionado sumaron 2.740 millones de dólares (el llamado “servicio de la deuda”), tenemos al quinto mes de este año un saldo de 14.374 millones de dólares en deudas (87% en moneda extranjera), equivalente al 35,8% del tamaño de la economía o producto interno bruto (PIB).

En concreto el saldo de la deuda con uno de los peores gobiernos en nuestra entera historia política, con Marito a la cabeza, con casi nada de cerebro y corazón de piedra, subió 6.333 millones de dólares con respecto al total de 8.040,9 millones al finalizar el 2018 o en un 79%. El gobernante contra la gente asumió el 15 de agosto, pero hizo poco en los primeros meses, dedicándose a ver qué destruir de la gestión del anterior gobierno, frenar, paralizar, desfinanciar: obras públicas, barrio San Francisco, Lince, las estaciones de Petropar, universidad con Taiwán, y más.

Tenía 4.000 millones de dólares en recursos financieros (10% del PIB) que le dejó el cartismo para continuar todo, acelerar todo e iniciar lo nuevo. Pero Marito no construyó, sino que destruyó. No quería nada con la marca HC, olvidándose, por odio, rencor, soberbia y arrogancia, que aquí hablamos de políticas de Estado, no de gobiernos, y que la continuidad de lo bueno es fundamental. Marca para bien la diferencia entre un país que avanza más rápidamente, porque no se detiene ni enfría la herencia positiva recibida, de aquel otro país que hace de la revancha su gobernar inicial, que hasta ahora se mantiene. La característica de todo estronista es la traición. Stroessner fue un maestro en ello. Su hijo político, con adn estronista, que jamás festejó el 2 y 3 de febrero, porque la llegada de la democracia puso fin al poder maléfico de “su familia”, que les permitía el robo, el soborno, la corrupción y, en consecuencia, el enriquecimiento malhabido.

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La deuda total en el 2018 representaba el 19,8% del PIB. Y solo en los primeros cinco meses del 2022 el endeudamiento aumentó 861 millones de dólares como fondos nuevos recibidos y 743 millones de dólares como saldo final. Y los parlamentarios patearon el proyecto de estabilización de los precios de combustibles (aprobado por expertos de primer nivel) porque le sacaba 100 millones de dólares a un préstamo de libre disponibilidad de la Corporación Andina de Fomento (CAF) o Banco de Desarrollo (BD) por 300 millones de dólares, que se usarían para pagar la deuda a las empresas vialeras por obras públicas hechas, pero no pagadas. La izquierda y la derecha escupieron a Juan Pueblo, el beneficiado por el fondo, y besaron las obras públicas, porque aquí están las grandes empresas con mucho dinero.

Son un factor de poder, que en el juego electoral ayuda generosamente. Naturalmente, dentro del total de la deuda pública, lo que más creció es la deuda externa: en 6.051 millones de dólares o 94,5% representando el 87% del saldo global, totalizando a mayo 2022 12.453,6 millones de dólares, frente a una reserva internacional de 9.418,4 millones de dólares; es decir, una “cobertura” relativa del 76%, lejos de los anteriores niveles de años atrás. La recaudación de impuestos tocó los 4.000 millones de dólares en el 2018, y todas las posteriores fueron menores, incluyendo esta que la será también. Y finalmente algo que duele. En el 2020 con la pandemia entrando en el país “tuvimos” la suerte que a principios de año se hizo una emisión de bonos soberanos de 500 millones de dólares y en marzo, ante lo que se venía, se hizo otra colocación de 1.000 millones de dólares. Con un pequeño aporte local se llegó a esa famosa cifra de 1.600 millones de dólares para enfrentar la pandemia y sus efectos no solamente sanitarios.

En realidad, ese no fue el monto único y final: el conocido y criticado 1.600 millones de dólares. Se sumaron al fondo antipandémico otros 390 millones de dólares de préstamos ya recibidos de organismos financieros internacional. Así que el total fue 1.990 millones de dólares. Mucha plata. Pero se agregaron otros 1.413,8 millones de dólares para obras públicas. Así que en un año (2020) el aumento del saldo de la deuda pública sumó 3.353,8 millones de dólares. Un aumento del 38%. Y vino el 2021 con todas sus barbaridades de víctimas en un escenario infernal, de terror, de dolor inmenso. Faltó prácticamente de todo para salvar y sanar vidas. Pero no faltó dinero para las obras públicas.

Más del 80% de la inversión pública siempre ha ido al MOPC, fuente de fortuna. Muy poco a educación (infraestructura), salud y viviendas sociales. Así funciona el poco cerebro de Marito y su corazón de piedra. Y por eso estamos como estamos. Más ignorantes, con menos salud y sin vivienda. Ese ejército de la pobreza y la miseria desfilará por las rutas y puentes del cuarto reconstructor del Paraguay. La educación es un beneficio muy a largo plazo y no genera ganancias ni votos. Lo material es más importante, mucho más, se ve y se aplaude en el corto plazo. No importa si somos un “pueblo de puro idiotas” (El Dictador Francia) o un “pueblo de cretinos” (Cecilio Báez). Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo.

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