En el libro de Romanos, capítulo 7.14-25, está un pasaje donde el apóstol Pablo expresa su profunda lucha contra su naturaleza caída.

El libro de Romanos fue escrito por el apóstol Pablo, es su carta más larga y ocupa el primer lugar en orden en la Biblia (aunque no fue la primera carta de las 13 que escribió).

La ubicación de esta carta es debido a que es la más larga, pero también por ser la más teológica y sistemática. Es decir, el que entiende el libro de Romanos entenderá perfectamente el resto de la Biblia.

En Romanos se expone de la manera más clara la salvación por gracia, pero antes de mostrarnos la salvación, de manera sistemática, nos muestra primero el problema.

En el capítulo 1.16-17 nos da un fundamento clave de la doctrina cristiana. Nos dice que el evangelio o las “buenas nuevas” que los apóstoles anunciaban es “poder de Dios para salvación de todo aquel que cree”, y el verso 17 dice que se “revela por fe y para fe pues el justo vivirá por fe”. En otras palabras, la salvación es de Dios, es su poder actuando en nosotros, no nuestra propia fuerza; es para el que cree, o sea, para aquel que considera como verdad lo que Dios dice, y que esta verdad es una revelación espiritual, una convicción espiritual interna en la persona que hace que viva por fe y para fe. Nuestro caminar es por fe, o sea, en dependencia total de Dios.

Luego, desde el 1.18 al 3.20 responde a la pregunta: ¿por qué el hombre necesita de la salvación? Pablo explica la culpa de los gentiles o no judíos (1.18-32), la culpa de los judíos (2.1-3, 8) y luego que toda la humanidad es culpable delante de Dios (3.9-20). La culpa de los judíos fue pecar con la ley y la de los gentiles o paganos contra su conciencia. Hasta que llegamos al capítulo 7, donde el apóstol Pablo nos cuenta su testimonio en cuanto a su lucha personal contra el pecado o su “naturaleza caída”. Son palabras impactantes, más aún porque vienen de uno de los hombres más poderosos espiritualmente de toda la Biblia, un titán de la espiritualidad. Si hubiera alguien íntegro, victorioso, espiritual, inspirador, ese sería Pablo. Si esas palabras venían de un hombre común y corriente sería comprensible, a nadie le sorprendería, ¿pero de Pablo? Es por eso que sus palabras son absolutamente impactantes.

Pablo reconoce que la Ley santa de Dios saca a luz su pecado, y el pecado nos convence de que necesitamos de un salvador.

Este pasaje podría llenarnos de frustración, pues, si él, aparentemente, no podía librarse de sus instintos carnales, ¿cuánto más nosotros? Pero la verdad es que esto está escrito para nuestra esperanza. Si Pablo lidió consigo mismo, ¿por qué yo no? Si él venció, ¿por qué yo no?

La Biblia es clara, no hay superhombres. Todos, absolutamente todos, tenemos grandes luchas, y esas luchas se hacen más evidentes a medida que más queremos parecernos a Cristo.

Conozco muchas personas que han cambiado. Conozco personas que han vencido muchas cosas y hoy son mucho mejores que antes. Conozco personas que han logrado cosas importantes, conozco personas que su solo cambio me hace creer más en Dios. Lo que no conozco es un hombre sin una lucha, sin una cruz, pero lo mejor es que siguen caminando, no paran.

Podríamos resumir estos versículos donde Pablo habla de su frustración con una sola frase: No comprendo mi proceder.

Nuestra lucha es espiritual. No podremos vencer la naturaleza caída con nuestras fuerzas, o sea, reprimiéndonos.

Tenemos que enfrentar nuestra lucha, ser sinceros con respecto a lo que no podemos superar, aborrecer ese pecado y buscar de Dios. Una persona con esta actitud va a vencer.

Podría haber luchas que tomen años superarlas; otras se volverán como “aguijones” en nuestro ser, o sea, nos perseguirán siempre. Pero así también, siempre las venceremos.

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