DESDE MI MUNDO

Por Carlos Mariano Nin

Columnista

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El salario mínimo va a subir 260 mil guaraníes. La noticia en sí no es nueva, pero vi en la televisión que un noticiero mandaba al mercado a un cronista para saber qué se puede comprar con ese dinero. No sé para qué, ya lo sabemos todos. Nada.

El resultado no sorprendió, solo frutas y algunas verduras para una semana. Un chiste que se cuenta solo. Pero si a eso le sumamos la anunciada, una y otra vez, suba del combustible, la percepción es que estamos cayendo en un precipicio y el golpe va a ser duro. Muy duro. Y con la crisis viene aparejada otro problema no menos grave, la inseguridad.

En estos días el país vive una ola de violentos asaltos que nos devuelven al viejo oeste, solo que esta vez los caballos fueron suplantados por motos y las armas son automáticas. El debate se instaló tras varios casos de “justicia por manos propias” en los que varios delincuentes fueron linchados por vecinos indignados.

Ya me asaltaron, así que puedo hablar con propiedad. También sentí deseos de salir a matar delincuentes, aún convencido de que eso no va a acabar con el delito. Pero la solución al problema no pasa por cuántos motochorros son linchados, ejecutados o detenidos si no atacamos la raíz del problema.

Familia, instituciones que no funcionan, educación, seguridad minada por casos de corrupción y todas esas cosas que todos sabemos, pero de las que nadie quiere hablar porque es más fácil que la gente se pelee.

Muchos de los asaltantes son chicos con familias destrozadas y vidas miserables. Sé que me van a decir que Pepito también tuvo una vida miserable y no por eso salió a robar, pero esa, en verdad, es otra historia. ¿La vida nos trata a todos por igual?

Si así fuera sería un mundo perfecto. Hoy es cierto, te matan por un celular. Por ese celular barato lleno de sangre y angustia que vos mismo comprás en el mercado a precio de oferta.

En los semáforos se multiplican los chicos que piden monedas, esos mismos chicos que las instituciones ignoran y dan clases, de supervivencia, en las calles. Sin educación y maltratados por todos ya sabemos qué pasará con ellos.

Las instituciones no los ven hasta que se agarran a trompadas con un automovilista o roban una moto para… robar. Sin educación, sus principios se reducen a lo que aprendieron en la calle de la misma gente con la cual conviven.

Son a esos chicos a los que apuntan impunemente las mafias de las drogas. Esas víctimas vulnerables que luego van a robar y matar por un celular y a los que vos a su vez vas a querer matar. Una cadena interminable de indignación y caos. Haga patria, mate a un motochorro. En las calles ya prevalece la ley de la selva y en un tiempo solo sobrevivirán los más fuertes. No tiene sentido. Pero esa, esa es otra historia.

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