“Bienaventurados los de limpio corazón porque ellos verán a Dios” Mateo 5:8

Según la Biblia, el problema del ser humano es el pecado y el pecado nace en el corazón. Jesús dijo en Mateo 15:19 “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias”. Jesús situaba el problema del ser humano en su corazón.

Preguntaron al manager de Elvis Presley por qué él, siendo tan famoso, rico, joven, exitoso, talentoso y aparentemente disfrutando de la vida, se metió en las drogas y esto le terminó matando antes de tiempo. Él respondió que Elvis no buscó las drogas ni se metió en ellas por la droga misma; él dijo que el cantante recurrió a las drogas por su temor de dejar de ser famoso. Lo que más temía en la vida era dejar de ser famoso. Es decir, las drogas solo fueron una manera de escapar ante la posibilidad de perder lo que más anhelaba su corazón.

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Lo que anhela nuestro corazón es lo que va a determinar, consciente o inconscientemente, lo que haremos. Todo lo que hacemos denota lo que buscamos. Cuando una persona se mete en las drogas, es rebelde, se mete en pandillas, se vuelve violento, no es estable emocional ni sentimentalmente (cambia constantemente de pareja) y lo que está haciendo es buscar llenar una carencia, algo que ocupe ese vacío que le impide ser feliz. Este mundo vive así. Todo lo que ofrece es entretenimiento y sinsentido. Es como una casa posmoderna.

Una casa posmoderna era una casa que tenía escaleras que no llevaban a ningún lado, pasillos que terminaban en la nada, puertas en las que, una vez abiertas, te encontrabas con una pared; en síntesis, era una casa totalmente disfuncional e ilógica; se la llamaba casa posmoderna porque representaba la filosofía moderna del materialismo, “la diversión sin límites y el sinsentido”, el relativismo.

Nada de lo que este mundo te ofrezca te podrá llevar a algún lugar, siempre te encontrarás con lo absurdo, con lo vacío.

Dios quitó a su pueblo de Egipto para llevarlo a la Tierra Prometida y esa travesía que tenía que durar solo unas semanas, duró cuarenta años. El porqué Dios llevó a su pueblo por el camino largo tenía el propósito de él “pruebe su corazón” (Deuteronomio 8:2-3). Les iba a exponer a un tiempo de pruebas para que vieran la maldad de su propio corazón, para que se conozcan y sepan quiénes son. Les llevó por el camino largo para que entendiesen que “no solo de pan viviría el hombre, sino de toda palabra que salga de su boca”. Lo hizo para que sepan que, a pesar de las dificultades, Dios nunca los abandonó; lo hizo para aprender a depender de Él.

Dios quería enseñarle la HUMILDAD y que sepan lo pecadores que fueron, lo falibles que fueron. ÉL quería enseñarle ESPIRITUALIDAD y que el ser humano no vive solo de lo material, sino de “toda palabra que sale de la boca de su Creador”. Dios deseaba enseñarles la FE y que muchas veces no podemos estar en control de nuestras vidas y que realmente dependemos de Él.

Cualquier persona o nación que quiera ser grande, debería tener estos tres principios: ESPIRITUALIDAD, HUMILDAD y FE. Estos tres principios faltan hoy en Occidente.

Algunos dirán que lo que una nación necesita para crecer es justicia, honestidad, educación, seguridad, etc., y es cierto. Pero también es verdad que estas solo fluyen naturalmente de un pueblo con verdadera fe, verdadera humildad y verdadera espiritualidad.

Todo cristiano debe reflejar estas características de manera natural y contagiar a otros en esa fe.

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