Biológicamente poseemos las condiciones para darle contención a las diferentes formas de activarnos ante las emociones que nos suceden. Si se diera el caso que pudiéramos comprobar cómo reaccionan nuestras ondas cerebrales ante un estado de atención, es probable que los estudios realizados a través de un electroencefalograma nos indiquen que las mismas tienen picos rápidos, cortos y regulares. El sistema nervioso autónomo ampara la activación automática que se genera como respuesta fisiológica, como cuando se aumenta el ritmo cardiaco o se produce la liberación de glucosa, dando paso al uso de las energías que el cuerpo requiera.
En el marco de las constantes elecciones, que permitan encontrar las intenciones que faciliten el acceso a la puesta en marcha de la capacidad de identificar lo que produce bienestar, acontecen diferentes niveles de activación, desde los que inquietan y se expresan con nerviosismo hasta los que apenas incitan a tomar una postura, entre ambos se presentan la moderación y el equilibro de la representación de las sensaciones.
El estado de activación puede comprenderse de acuerdo a los estímulos que incitan el grado de implicancia que se siente. Donald O. Hebb (1904-1985), psicólogo canadiense, consideró que lo que activa le da un horizonte al interés, por lo que la fortaleza de un estímulo está relacionada con la decisión de darle su impronta. Por consiguiente, donde hay mejoras hay conexiones persistentes de activaciones relacionadas a un fin.
Entre sus lecciones el profesor Hebb expuso que las personas eligen actividades que producen óptimas activaciones y que las mismas pueden ser diferentes para cada vida, mientras para unos puede ser agradable una experiencia para otros puede no serlo. Los diferentes criterios que proporcionan las particularidades de los estados vinculantes se constituyen como ejemplares exposiciones colectivas del respeto.
En el ser humano habita esta propiedad energética que lo hace asumir su don de libertad. Entonces al respirar puede homenajear su esencia, al aprender darle sentido y al compartirla encontrar felicidad. De una circunstancia pueden surgir suficientes razones para seguir adelante. Acontezca lo imaginado, lo deseado, lo proyectado, lo planificado, lo consensuado o se produzca todo lo contrario a cada instancia a modo de ejemplo expuesta, de alguna forma y conforme a las características particulares de cada ser, es factible que se active la valiente idea de crecer.
D. O. Hebb en 1955 a través de una figura descriptiva graficó la relación hipotética entre la eficacia del comportamiento y el nivel de activación, destacando que donde hay interés y emociones positivas se puede alcanzar un nivel óptimo de crecimiento, e indicando que una vez logrado el mismo, cualquier aumento no producirá mejoras. De todas formas es determinante conocerse y darle valor al ambiente en donde uno vive, así podrá percibirse, advertirse y notarse aquello que requiera ser vivenciado en plenitud.