• Por Laura Ramos
  • Socia del Club de Ejecutivos del Paraguay

Esta semana lastimosamente nos tocó un hecho que nos conmovió y alteró la paz que creíamos tener. Y la verdad es que, poco a poco nos vamos dando cuenta de que hay un terreno abandonado donde el narcotráfico va ganando espacio día a día. Y, asimismo, poco a poco los ciudadanos de bien van perdiendo seguridad. Esto pasa en un mundo paralelo que no conocemos, y que solo en casos de violencia pública nos ponemos en contexto de que tan real y cercano es su presencia y expansión. Este es el segundo llamado de atención que tenemos en tan solo unos meses. Y es extremadamente grave como para no hacer algo radical al respecto.

Debemos de ser cuidadosos al encarar esta nueva realidad, ya que si no se ataca a tiempo desde todos los ámbitos lo único que se logrará es que este flagelo se atornille aún más en ciertas esferas políticas logrando más poder. Entiendo que salir con muchos proyectos de ley, y querer ser todos abanderados de este tema tan delicado lo único que hará es que no se haga nada profundo en realidad al respecto. Debemos unirnos como sociedad y entender que un mal como el narcotráfico, arraigado ya en la propia capital del país, no deja a casi ninguna institución pública libre de sus tentáculos.

El tema es profundo y preocupante, no podemos darnos el lujo de analizar como sociedad en largos periodos de tiempo y sin acciones concretas en el corto y mediano plazos, porque si seguimos debatiendo y analizando lo único que haremos es seguir dándoles mayor margen de acción y de expansión. Ya tenemos casos claros en América latina de cómo una vez instalados estos carteles, se arraigan, crecen y se fortalecen de manera exponencial.

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Es imprescindible un plan de acción de integración completa y coordinada con los diferentes estamentos del Estado y la sociedad civil, ya que sería la única manera de hacer valer nuestro derecho y deseo de tener una nación libre de un mal tan dañino como este. Indefectiblemente, el camino se hace más llevadero de la mano y ayuda de naciones amigas, de aquellas que efectiva y confiadamente hacen esfuerzos internos y en conjunto para erradicar estos grupos ilícitos internacionales, con capacidad real y estrategias para brindarnos un bagaje de información elemental para nuestra lucha.

Debemos, ante todo, proteger a los ciudadanos de bien y asegurarles el blindaje suficiente para que puedan desarrollarse en su país con todas las garantías necesarias, de lo contrario, rápidamente perderemos a los mejores. Y una nación, que al tiempo de producir escasamente una meritocracia confiable y no garantiza su inserción institucional, hipoteca su presente y futuro. Antes de llegar a esta situación indeseable para nuestro país, urge proteger a los mejores, sin por ello descuidar y mejorar la vida y la dignidad de todos los ciudadanos.

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