• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político.

El hundimiento del Titanic conmocionó e indignó al mundo entero por el elevado número de víctimas mortales y por la cantidad de errores cometidos por su tripulación. La historia cuenta que incluso desde su diseño ya se dieron las primeras deserciones porque habían decidido colocar una cantidad menor de los botes salvavidas necesarios con base en la cantidad de pasajeros. Además, la conocida presencia de icebergs en la zona por la que navegaba el barco y la escasa prudencia observada al respecto, los investigadores señalan una segunda temeridad: la excesiva velocidad del buque. Esto impidió que el barco evitara el choque tras ser divisado el fatídico iceberg a unos 500 metros.

A esto hay que agregarle “errores” de ingeniería. Una vez que entró en contacto con la masa de hielo, los remaches de las planchas de acero del casco no soportaron la presión y saltaron. En aquella época no había un tipo de soldadura suficientemente fuerte. Y las investigaciones realizadas por el Senado americano mencionan que incluso luego del impacto siguió su marcha en una actitud que hasta ahora solo tiene explicación en el hecho que mencionan diversos apuntes al respecto que el capitán no tenía ningún tipo de liderazgo real a la hora de la toma de decisiones.

El presidente de la República sigue generando expectativa alrededor de una decisión que ya está tomada, según diversas fuentes tanto del Palacio de López como de Mburuvicha Róga: su candidatura a la presidencia del Partido Colorado. Intrínsecamente vinculada a esa decisión se pudo ver que el equipo político que lo rodea (cada vez de menor calidad) ha decidido subir un par de puntos su línea de discursiva de ataque hacia el cartismo. En el Ejecutivo creen que la única forma de salvar la pesada y pantagruélica campaña de Hugo Velázquez es la construcción de un posicionamiento y una narrativa que contrasten con lo único que conocen como enemigo: Honor Colorado. Asignarle a ese movimiento, concentrado en su líder, todas las culpas posibles. La estrategia es tan básica, como remanida y a la vez es la evidencia más palpable de una tremenda desesperación, falta de creatividad y liderazgo. Igual que el capitán del Titanic.

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Un detalle más, la historia dice que la mayor cantidad de muertos en el Titanic fueron los pasajeros que viajaban en la tercera clase, los más pobres. Al igual que con este gobierno y las víctimas del covid, sus niveles de endeudamiento, los alumnos dando clases bajo árboles por el temor a que se caiga el techo de las escuelas o las cientos de miles de familias que lloran a las víctimas de asaltos, homicidios, secuestros y sicarios.

En política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, lograr encontrar la metáfora exacta que consiga encuadrar el debate hace a gran parte de toda campaña. Y para eso, comparar al presidente de la República con el capitán de un barco que, aun sabiendo que es una decisión desesperada, ha resuelto insistir en seguir su marcha incluso después de haber impactado contra un iceberg y con el navío haciendo agua por todos lados.

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