Dentro de 48 horas, en la Argentina, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) dará a conocer formalmente el Índice de Precios al Consumidor (IPC) del pasado mes de marzo. El miércoles, en consecuencia, se dilucidará si el costo de vida en este país creció en 5,8% y hasta en 6,8%, con lo que la inflación anual –cuando finalice el presente año– podría ubicarse en torno al 70%.

El presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández –además de los más relevantes hombres y mujeres que ocupan ciertas posiciones gubernamentales, los líderes empresarios, sindicales y los consultores económicos y financieros– sabrán cuánto se desbarranca el poder adquisitivo de argentinos y argentinas desde que se inició el año. No será un buen momento. Desde los dos bordes de la grieta interna que cada día que pasa se profundiza más en el Frente de Todos (FdT), la coalición gobernante, desde cinco días atrás, prepara sus baterías dialécticas para responsabilizar tanto a Alberto como a Cristina por el derrumbe económico. Sin embargo, más grave que lo que se confirmará acerca del comportamiento de los precios es que “la Argentina está parada, más exactamente paralizada por el punto de inflexión en el que se encuentra la coyuntura política en el oficialismo”, manifestó ante este corresponsal un viejo dirigente peronista que demandó reserva sobre su identidad.

“Todos y todas esperamos un desenlace traumático que no deseamos”, añadió otro relevante informante. Pero más allá o más acá de los decires de quienes confidencian con el periodismo, desde la vida cotidiana de la sociedad civil, claramente, las acciones de quienes se encuentran en la interna gubernamental alineados con Cristina F. dan cuenta de que la vicepresidenta es la principal y más relevante opositora de Alberto F. y que “milita esa oposición”, sostuvo ante este corresponsal un confidente clave del oficialismo que prefiere mantenerse en el anonimato. La misma fuente induce a la reflexión: “No solo el diálogo entre ambos está roto. Son dos visiones opuestas de la política, dos ideologías. La relación no da para más”. Los corrillos –que los hay a toda hora, en todo sentido y de todo tenor– ante el silencio público del presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, mayoritariamente sostienen que “el tercero de la que fuera la coalición gobernante se mantiene expectante entre ambos porque imagina que puede ser el heredero presidencial si Alberto y Cristina no consiguieran evitar sus fracasos”.

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El tremendismo no tiene límites. Las tensiones oficialistas que dan lugar a una convivencia tenebrosa entre quienes otrora se mostraban unidos son las que, además, generan fuertes preocupaciones a las dirigencias opositoras que, en privado, rechazan de plano una eventual finalización anticipada del mandato de Alberto F. que concluirá el 10 de diciembre del 2023. Sucede que, desde el propio peronismo –más precisamente desde las usinas más cercanas a quienes se oponen a Alberto F.– se evalúa esa posibilidad que implicaría la finalización anticipada de su administración, aunque, aseguran, siempre en reserva y con el perfume de las conspiraciones, “no sería un problema porque la Constitución Nacional y la ley de acefalía prevén estas contingencias para resolverlas dentro de la institucionalidad”.

Las irresponsabilidades parecen extenderse. Tanto como la angustia social que apoyada en las inestabilidades que generan quienes debieran gobernar para construir el bien común. Con precisión, Ricardo Roa, en Clarín, sintéticamente revela cuál “es la pregunta del millón” que se hacen argentinos y argentinas mientras se pauperizan: “¿Hasta cuándo puede aguantar medio gobierno con el otro medio gobierno en contra?”. Roa sostiene luego que “la pregunta provoca asombro y temblores porque tiene media respuesta y esa media respuesta no necesita la otra mitad: adentro de la respuesta estamos todos, pagando el pato”. ¿La frase de la semana? No. Para nada. Esa fue la que expresó el secretario de Comercio de la Nación, Roberto Feletti (responsable del inconducente control de precios para que no aumenten), quien aseguró, impotente ante la inflación creciente, que “esto se va a poner feo”.

Y, sí. Conseguir un litro de gasóleo es casi una misión imposible. Como lo será pagar la energía en los días invernales que vendrán con poco suministro de gas y a un precio mucho más elevado que en el 2021. Con el Poder Ejecutivo jaqueado por la vicepresidenta, sus allegados y allegadas; con el Poder Judicial al borde de la inactividad porque Cristina resiste a un fallo de la Corte Suprema de Justicia que exige modificar la estructura del Consejo de la Magistratura; con el Poder Legislativo impedido de avanzar a partir de las profundas diferencias que exhiben las fuerzas políticas entre ellas; y los desequilibrios económicos cada minuto que pasan más desequilibrados, imaginar mañana y el día después de mañana aparece como una fantasía cercana a la ciencia ficción. No será una semana más.

Como tampoco lo fue la que pasó ni lo será la que vendrá. Aunque en la que corre, la que hoy tiene el primero de sus días hábiles y será cortita –muy cortita– por los feriados religiosos de las coincidentes Pascuas cristiana y judía, se destaca porque tendrá, más que nunca en mucho tiempo, un día de miércoles en el que la temperatura económica y política se elevará. Las incertidumbres, mientras también serán mayores. Y no es para menos. Un puñado de días atrás, en el índice Anual de Miseria de Steve Hanke, que produce ese docente de la Universidad Johns Hopkins que mide el bienestar económico en 156 países, se supo que la Argentina se ubica en el sexto lugar por detrás de Cuba, Venezuela, Sudán, El Líbano y Zimbabue.

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