• Por Aníbal Saucedo Rodas
  • Periodista, docente y político

Durante los días iniciales del covid-19 declarado pandemia, Euclides Acevedo estrenaba su cargo de ministro del Interior supliendo la estrategia comunicacional de la que carecía y carece el Gobierno. No vamos a redundar en cuestiones evidentes: sus cualidades de orador y su gimnasia reflexiva. No es, tampoco, cualquier orador, sino uno que añade significado a sus expresiones. Y lo hace con soltura y, la mayoría de las veces, con gracia. Llegó a ese puesto, según sus propias confesiones, por intermedio de Nicanor Duarte Frutos, director de Yacyretá. Era la pieza que el Poder Ejecutivo estaba aguardando para reemplazar a Juan Ernesto Villamayor, cuya permanencia en dicho organismo del Estado era ya indefendible. Este último fue a sentarse en la Secretaría General de la Presidencia de la República desde donde, con aguas ya sosegadas, hasta podría pretender una silla de mayor contextura. Pero los planes más previsores fracasan cuando no están acompañados de una rectilínea conducta. Y un día se quedó sin nada. Nada en cuanto a espacios dentro de la función pública. Todo lo demás parece que ahorró en abundancia.

Del Ministerio del Interior, Euclides Acevedo pasó a la Cancillería Nacional. Aunque manejaba temas sensibles y complicados, como la (eventual) renegociación del Anexo C del Tratado de Itaipú, jugó con perfil a media asta. En diciembre del 2021 filmó, editó y difundió un mensaje de claro direccionamiento político-proselitista. Las celebraciones de fin de año fueron el pretexto. La sociedad, para el nacimiento de la “Segunda República”, la destinataria. Honró la memoria de José de Antequera y Castro, de Rodríguez de Francia, de los López (don Carlos y Francisco Solano), de Eligio Ayala (liberal) y del coronel Rafael Franco, fundador de la Concentración Revolucionaria Febrerista (hoy Partido Revolucionario Febrerista). En la primera semana de enero escribimos sobre los premeditados “olvidos de Euclides”: los republicanos Blas Garay, Ignacio A. Pane, Ricardito Brugada, Pedro Pablo Peña, Antolín Irala (el canciller más joven del Paraguay) y Juan León Mallorquín. Su doble intención de integrar el frente opositor y despegarse del Partido Colorado adquiría la claridad del mediodía. Solo había que esperar.

Euclides, aparte de político sagaz, es un certero analista. En febrero del 2009 sentenciaba el final del gobierno de Fernando Lugo: “Si los que están en el poder son incompetentes y, por tanto, improvisados, y encima de eso agresivos, no estimulando el pacto sino la confrontación, el destino de la República del Paraguay no solamente es incierto, el destino puede ser trágico”. Su diagnóstico era la radiografía de aquel momento: “Hoy día, la mejor gestión de los llamados anticolorados es perseguir a los colorados, echar a los colorados (de la función pública) y no permitir que entre nadie que no sea de su equipo”. Años después definió a la dirigencia del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) como desprovista de lucidez y rigor de coyuntura.

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No dejó tinta en el tintero cuando, en un programa de televisión, describió la administración de Abdo Benítez como “frágil, ivevúi, no tiene equipo, abandonó el partido (colorado), no tiene agenda económica (…) aquí (el gobierno) está loteado, pero él no es el gerente de la inmobiliaria, porque él quiere quedarse bien con todos y yo creo que en el fondo su entorno mediocre le hace daño, su entorno es mediocre”. Anticipó la defunción del movimiento Añetete al ubicarlo en la categoría del género de ficción que “nosotros mismos inventamos”. Lo desacreditó como unidad política con alguna identidad ideológica o doctrinaria para reducirlo a un “grupo electoral que busca, justamente, acceder a los lotes políticos que te otorga el poder”. El círculo presidencial, decía entonces, “está integrado por industriales de la adulonería, chupamedias de clase A”.

Ahora confirmó que es precandidato a la Presidencia de la República dentro de la concertación opositora, motivo por el cual dejará su cargo de ministro de Relaciones Exteriores al concluir este mes de abril. Lo hará, afirma, por una cuestión ética para dedicarse con exclusividad a su campaña política. Tratará de construir una fórmula con el gobernador de Cordillera, Hugo Fleitas, del PLRA. De hecho, el vicepresidente de la República, Hugo Velázquez, también aspirante a la primera magistratura de la nación, reclamó que el canciller debería ser inmediatamente apartado de su cargo. Sin embargo, lo saludable es enseñar con el ejemplo.

Euclides Acevedo fue embajador ante el Reino de España durante la administración de Juan Carlos Wasmosy, ministro de Industria y Comercio bajo el mandato de Luis Ángel González Macchi y ministro del Interior y canciller con Mario Abdo Benítez. Dentro de la concertación no encontrará un terreno tan generoso como en los gobiernos colorados. Ahí será el crujir de los dientes. La militancia política del ministro de Relaciones Exteriores incluye las presidencias del Partido Revolucionario Febrerista y del Partido Encuentro Nacional. Fue, además, diputado y, luego, senador.

Todavía con el rango de canciller subrayó que “es el momento de la búsqueda del consenso, sino van a ganarnos los triunfadores de siempre”. Para entenderlo mejor: “Tenemos que unirnos para derrotar a los colorados”. Un razonamiento absolutamente legítimo para alguien que ambiciona el poder. Donde considero que se equivocó fue en el tiempo. Lo hubiera declarado después de dejar el ministerio. A pesar de este desliz político, Euclides acaba de corroborar la infalibilidad de sus análisis: “Ivevúi la Marito”. Buen provecho.

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