DESDE MI MUNDO

  • Por Carlos Mariano Nin

Vivimos tiempos turbulentos, impredecibles. Tomar postura se torna difícil.

La política, tan desprestigiada como sucia, nos pide asumir el compromiso de defender la democracia o seguir en esta desacreditada transición que solo nos costó dolor y dinero, mucho dinero, dinero derrochado en malversaciones, privilegios, robos y nepotismo para sostener una estructura que no justifica su abultado presupuesto.

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Esa es la realidad.

Diputados y senadores ganan más que el 99% de todos los ocupados del país.

En palabras más simples, el sueldo de un legislador ronda los 35 millones de guaraníes, casi 20 veces más de lo que gana un paraguayo promedio. Pagamos sueldos privilegiados que no compensan el sufrimiento cotidiano.

Y como para muestra basta un botón…

Ayer nomás, los guardias penitenciarios denunciaban que desde este mes dejarán de cobrar un subsidio alimenticio que se otorgaba desde el 2017 de 850 mil guaraníes y exigían al Congreso que se les repongan estos fondos. Gente que trabaja con lo más peligroso de la sociedad. La respuesta del Ministerio de Justicia fue otra injusticia: desde este mes solo percibirán el monto quienes hagan guardias de 24 horas.

Es inhumano.

También esta semana el Fondo Monetario Internacional recomendaba al Gobierno mejorar el gasto público y señalaba que Paraguay tiene uno de los mayores gastos en salarios en América Latina.

Ven, no lo digo yo.

El sector público del Paraguay gasta más en salarios como porcentaje del gasto total comparado con otros países de América Latina, lo cual deja menos espacio para la inversión pública y servicios sociales.

Dentro de este contexto, lo ideal sería que los políticos solucionen sus problemas políticos sin que el ciudadano de a pie tenga que arriesgar su vida en la calle, a manos de criminales comunes, vándalos o policías mal preparados que en vez de inspirar respeto dan pena.

Nuestro país tiene la pesada carga de ser uno de los países con la mayor cantidad de parlamentarios de acuerdo a su número de habitantes en el mundo. Es otra mala señal.

Las estadísticas son frías, pero basta solo un repaso para respaldar una realidad que nos golpea en la cara: Paraguay tiene 1 senador o diputado por cada 54.416 ciudadanos, lo que nos sitúa a la cabeza de la región, superando a Brasil y Argentina, con un legislador por cada 336 mil y 103 mil personas, respectivamente.

En medio de esta vorágine de degradación, presión y muerte, me quedo con lo que decía un conocido periodista en las redes hace un tiempo: “Ellos ponen los candidatos… nosotros ponemos lo muertos”. Eso aplica a los muertos por inseguridad, por malos servicios de salud, por una infraestructura deficiente, esos mismos muertos que los llevan al poder, pero son carne de cañón.

Lo demás es impredecible y debería de terminar en las urnas.

Pero claro, esa es… otra historia.

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