• Por Eduardo Pipó Dios
  • Columnista

A Mario Abdo Benítez le gusta repetir la falacia de que es un “piloto de tormentas” cada vez que tiene la oportunidad, y sí, es un piloto que está al frente de un barco a la deriva, que encima está lleno de agujeros y hace agua por todos lados. Puede que tenga el cargo de piloto o capitán, pero en realidad no comanda el barco, ni nunca lo hizo, simplemente vegeta en el cargo, manoteando lo que puede y pateando para adelante todos los problemas. Esto hace que hoy nos encontremos frente a una situación gravísima desde el punto de vista económico y social, donde el Presidente tiene dos caminos posibles, en este derrotero, donde sigue sacando agua del barco con latitas de conserva, mientras el agujero cada vez es más grande. Esto nos llevará a que indefectiblemente termine en un hundimiento del barco en el que todos estamos dentro, salvo que decida, por una vez, tomar decisiones serias, drásticas y responsables, y logre llegar a puerto a salvo, a agosto del 2023.

El Presidente tiene que optar entre seguir rifando los recursos del Estado, o para ser más exactos, los recursos que está recibiendo el Estado, generando cada vez más y más deudas impagables, cada vez a tasas mayores, obviamente, por el aumento del riesgo país a nivel internacional, ante la incapacidad evidente del Gobierno de manejar las cosas correctamente y, de mantener el tan mentado equilibrio fiscal, logrado en décadas de pactos políticos serios y responsables.

La primera opción es seguirle el juego desesperado al vicepresidente Velázquez, que al verse atrapado, por no poder levantar cabeza en ninguna encuesta, ni siquiera las que son a medida, para, aunque sea, aparentar alguna posibilidad de triunfo en la interna de su partido, intento para el cual manotea todos los recursos públicos disponibles y no disponibles, anda, junto a la impresentable ministra de Trabajo y el oscuro (más que nada por sus escasísimas luces) y nefasto secretario privado del propio Abdo, prometiendo aumentos generalizados en porcentajes del 15% a toda la administración pública, una barbaridad a todas luces, para beneficiar a 400.000 funcionarios sin importar cuánto ganen, (recordemos que el planteo que hace el Consejo de Salario Mínimo es de un 10% sobre el mínimo para los empleados del sector privado). El propio ministro de Hacienda habla de que las condiciones no están dadas para ningún tipo de aumento en el sector público, de hecho el déficit es ya inmanejable y aumentar ese monto sería directamente pegarse un tiro en el pie (recordemos que es el 15% a todos, inclusive aquellos que ganan sueldos escandalosos de 20 o 30 millones de guaraníes).

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Sumémosle a eso los aumentos que se han dado ya a los amigos del poder, a los zoqueteros de siempre, a los operadores políticos, los nuevos nombramientos de planilleros afines al Vicepresidente y a su movimiento político.

Solamente ese hecho, de darse, muy posiblemente, generaría un déficit fiscal monstruoso que sería financiado o con más deuda a tasas mucho mayores que las actuales o con un desfinanciamiento de otros rubros realmente prioritarios.

Por otro lado, tenemos el gran agujero que el Presidente de la República está dejando en Petropar.

La nefasta ley de subsidio al combustible aprobada por el Parlamento, a instancias del Ejecutivo, en una supuesta medida desesperada para frenar los reclamos de un sector de transportistas, genera un agujero negro sin límite para el Estado, ya que se compromete a subvencionar hasta el 30% del precio del combustible, sin poner un techo, lo que haría que Petropar, que ya no cuenta con recursos propios, siga endeudándose sin límite hasta el 15 de agosto del 2023. Los amigotes, proveedores de Petropar, no tienen ningún problema en financiar este agujero negro, claro está, a precios y tasas de interés leonino, de modo de que el que ocupe el cargo de presidente de dicho ente después de la salida del gobierno actual, tendrá que enfrentar una deuda monstruosa, la cual será exigida desde el día uno y si no se cumplen, vendrán los embargos a la estatal y las demandas internacionales, de la mano, muy posiblemente, cuando no, del estudio Villamayor. Un clásico.

El seguir con el despilfarro en el sector público para intentar, en vano, ganar unas internas perdidas de antemano y sostener una falsa sensación de estabilidad de precios, con nulas probabilidades de éxito dejarán el país en ruinas y en peor situación que en el 2003.

Está en manos del irresoluto Marito decidir si va a ser parte de la destrucción de la economía del Paraguay y quedar en la historia como responsable de esta catástrofe, o se va a poner los pantalones largos para asumir, efectivamente, después de cuatro años, el cargo para el que fue electo y gobernar pensando más allá de su angurria desmedida y sus odios personales, mirando al futuro.

Lastimosamente no hay muchas esperanzas de que tome la decisión correcta, pero...

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