El gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández no consigue recuperarse de la derrota electoral del pasado noviembre. Con conductas inconducentes no solo no desactivan las tensiones internas que tanto influyeron en aquella caída, sino que, por el contrario, las profundizan hasta el límite mismo de la fractura.

El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para refinanciar unos 45.000 millones de dólares que la Argentina recibió en 2018 es el último eslabón de una larga ristra de desencuentros entre Alberto y Cristina que solo se comunican a través de las acciones mediáticas con las que hacen públicas –con trascendidos o con portavoces de baja graduación– todo lo que los separa tanto desde el plano ideológico como personal. La Argentina está paralizada.

Inflación en alza (en el pasado mes de marzo habrá vuelto a subir en torno del 5% o, tal vez un poco más), algunos signos claros de desabastecimiento tanto para los sectores productivos como para los consumidores y, lo más grave cuando ya se anuncian los primeros fríos, con significativas carencias en el sector energético lo que, más temprano que tarde, se evidenciara con mermas relevantes en la disponibilidad de gas para calefaccionar y para mantener productivos aquellos sectores que demandan que el flujo energético no se interrumpa. En todo el territorio argentino, para que quede claro que no son solo palabras, los proveedores de gasóleo han comenzado a racionar sus entregas.

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Mientras, la sociedad observa y los observa con marcada angustia y los bolsillos cada día que pasa más escuálidos. De aquel lema de campaña que incansablemente expresaba Alberto F. candidato –”con Cristina sola no alcanza y sin ella no se puede”– la realidad, que “es la única verdad”, según Juan Domingo Perón, fundador del peronismo, da cuenta que, con los dos separados por una grieta que ellos mismos hacen insalvable, tampoco se puede porque ellos no pueden y no hacen lo suficiente para poder. Sin pretensión docente Alberto F. y Cristina F., enseñan a la ciudadanía que en la democracia las habilidades para la construcción de consensos, si bien son relevantes, la aptitud para gestionar y administrar los disensos es una herramienta de mucho mayor valor.

Vale señalar –como dato de impotencia que emite la coalición gobernante– que la tercera pata del Frente de Todos (FdT), Sergio Massa, presidente de la Cámara de Diputados, propone a sus socios un acuerdo de la Moncloa como el que España –país que retomó la vía institucional democrática en contemporaneidad con la Argentina, allá por los años 70 del siglo pasado– alcanzó tras la muerte de Francisco Franco. Mirar hacia afuera en busca de soluciones y propiciar lo que fue positivo allá medio siglo atrás, permite pensar que ninguna salida encuentra el señor Massa en las cercanías. Tan penoso como triste. Por el lado de las oposiciones la situación no parece mejor. Todo pareciera indicar que han decidido sentarse a las puertas de sus casas para ver cómo el oficialismo sale de su laberinto.

El que viene –2023– será un año electoral presidencial y allí ponen todas sus palabras para hacer saber que trabajan en pos de ese objetivo que podría devolverlos al poder. Casi “una sala de espera sin esperanza”, diría Joaquín Sabina. Y desde ese cuadro de situación, el diputado Javier Milei –autodenominado libertario– lo más novedoso que propone es más de lo mismo para intentar sugerir que es diferente, que es lo nuevo, que él es la libertad encarnada, pero su máxima acción desde el pasado 10 de diciembre, cuando asumió su banca, es la de sortear a quienes participan a través de la Internet, sus haberes mensuales como legislador de la Nación entre ciudadanos y ciudadanas que, por desesperación y/o falta de alternativas opta por inscribirse para ver si el azar los o las acompaña. Casi una tragedia teatral. ¿Puede llamar la atención en ese contexto que crezcan las protestas sociales? Definitivamente, no. Claramente se puede ver que la idea de un peronismo unido que emergió cuando promediaba junio de 2019 y Cristina F. lanzó la candidatura de Alberto F. a través de la red Twitter, no fue más que un movimiento táctico de campaña con el que consiguieron ganar para desalojar de la Casa Rosada al presidente Mauricio Macri.

Fue una idea-fuerza exitosa para triunfar en aquella elección, pero gobernar es otra cosa. Hasta aquí, claramente, se advierte que Alberto F. solo, no puede y que, con Cristina F., tampoco puede. “Van montados en dos mulas que están atadas entre sí por un camino de cornisa. Si una desbarranca arrastra a la otra”, describe Juan Pablo Lohlé, peronista desde medio siglo que ocupó altas responsabilidades en el servicio diplomático argentino con los presidentes Carlos Menem (1989-1999), Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015). A la par del quiebre vincular entre ellos, también emergen las divisiones que, desde varios meses, emergen entre quienes conducen las organizaciones sociales y la propia Confederación General del Trabajo (CGT), donde el kirchnerismo logra consolidarse luego de que un aliado de La Cámpora y del diputado Máximo Kirchner, Abel Furlán, derrotara en las elecciones internas de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) a Antonio Caló, asociado con el presidente Alberto F. Todo parece indicar que el peronismo está sin conducción. Las oposiciones, también.

Se percibe que los opositores discuten liderazgos. Un gran baile de la silla se ha iniciado y no hay señales claras de que esa suerte de danza macabra habrá de finalizar en poco tiempo. El descontento se expande. Noventa años atrás, la situación no era muy diferente. De hecho, Ivo Pelay y Francisco Canaro, dos grandes creadores de la cultura popular, compusieron una ranchera que hoy –como entonces– da cuenta del contexto social. Con el tiempo, Tita Merello –gigante– la cantó como nadie en tono arrabalero: “Viejo Gómez vos que estás / de manguero (pedigüeño) doctorao / y que al mango (peso) descubrís / aunque lo hayan enterrao / definime, si podés, / esta contra que se ha dao, / que por más que me arremango / no descubro un mango / ni por equivocación, / y por más que la pateo (camino) / un peso no veo en circulación”. Se dice que el viejo Gómez era un asesor del dictador y golpista José Félix Uriburu. Ya fue. Es la miseria, parecería que nunca se va.

Mientras, la sociedad, con los precios disparados, los bolsillos deshilachados y el futuro alejándose como idea de mejora, se pregunta con bronca –como en los inicios del siglo pasado– “¿Dónde hay un mango (peso), viejo Gómez?”.

Música: Francisco Canaro. Letra: Ivo Pelay

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