“Un hombre que se acerca al final de su vida narra sus recuerdos. Habla de un mundo de sueños destruidos y muerte, producto de la escasez de petróleo, el cual se convirtió en la ambición de todos los habitantes del planeta. Esto conllevó a una guerra nuclear entre naciones poderosas por el mismo, la cual terminó destruyendo los Estados e instituciones, creando un caos generalizado entre los civiles y dejando como supervivientes a las bandas de motociclistas, los asesinos, los ladrones y todos los hombres sedientos de violencia en las carreteras y los lugares remotos del país”.

Estas palabras no son un presagio de lo que sucede entre Rusia y la OTAN, ni del peligro que se cierne sobre Taiwán debido al nacionalismo hiperlativo del presidente Xi Jinping, quien amenaza con una inminente recuperación de la isla, lo que podría desencadenar una gigantesca guerra entre EEUU y China. Tampoco se refiere a las excusas que dan los productores de petróleo para aumentar desenfrenadamente los precios del crudo y hacer que la economía mundial siga tambaleándose mientras aún persiste la pandemia.

No. El primer párrafo es el argumento –que está en internet– de una famosa película estrenada hace 41 años (24 de diciembre de 1981) llamada “Mad Max 2″ o “El guerrero de la carretera”, la segunda parte de la trilogía cuyo protagonista fue Mel Gibson.

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Y como casi todas las segundas partes, el filme no fue tan bueno como la primera parte, aunque hay que reconocer que sí fue entretenido. Basta resaltar que el presupuesto de producción fue de 3 millones de dólares y que logró recaudar 36 millones. Buena, pero no tanto si la comparamos con “Mad Max 1″, cuyo presupuesto fue de apenas US$ 350.000 y logró una taquilla de nada menos que US$ 100 millones.

Eso sí, a favor de “Mad Max 2″ está el hecho de que en el 2015 se estrenó una nueva versión de esta segunda parte –pero con el nombre de “Furia en el camino”– y que al año siguiente se ganó nada menos que seis estatuillas en los Premios Oscar.

En la película de 1981, Max Rockatansky conduce un camión cisterna acorazado que supuestamente estaba lleno de combustible. Durante kilómetros y kilómetros las bandas de motociclistas posapocalíticas tratan de detener el pesado vehículo para hacerse de su valioso contenido. Finalmente, logran que el camionazo vuelque, pero pronto se percatan de que todo había sido una trampa y que dentro solo había arena. Esa estratagema había dado tiempo a los habitantes de una refinería para que pudieran escapar del asedio al que habían sido sometidos y llevarse el poco combustible que quedaba.

Algo debe tener de especial este argumento, ya que en Paraguay también se filmó una escena similar.

Hace unos días por las redes sociales viralizaron un video en el que se ve cómo un gran camión era perseguido por varios vehículos que trataban de detenerlo. El conflicto también era por combustible. En la parte trasera de una camioneta (que iba zigzagueando para colocarse delante y detener a la mole con ruedas) se sujetaban como monos unos cuatro hombres que gesticulaban amenazantes hacia la cabina para que el “Max” paraguayo se detuviera.

Y claro, así como el protagonista de “El guerrero de la carretera”, nuestro héroe del pesado camión transportador –que se desplazaba aparentemente por la Ruta PY02– tampoco era tonto y pisaba fuertemente el acelerador mientras sus atacantes amagaban saltar sobre el acoplado.

Según los comentarios, se trataba de un conductor que cumplió con su derecho constitucional de circular libremente por el país, algo que a los salvajes piqueteros que se manifestaban por la reducción del precio del combustible les pareció una afrenta y decidieron perseguir al ciudadano trabajador para darle su merecido.

Si el argumento de la película de hace cuatro décadas le parecía entretenido al público, esta versión real es –como dicen los diplomáticos– totalmente inaceptable. La Policía Nacional debe hacer cumplir el derecho de los ciudadanos y no ser cómplice de una banda de egoístas envalentonados que amenazan con violencia a los automovilistas en cada cierre de ruta.

En la fila hay un enfermo que necesita llegar al hospital para que lo atiendan de urgencia, más allá en el auto hay una madre que lleva a sus hijos que le preguntan por qué no les puede dar un sorbo de agua puesto que tienen sed, más al fondo hay un trabajador que transporta productos que debe entregar para que otras personas puedan alimentarse, también hay un gran esfuerzo colectivo invisible de gente que produce para tratar de sacar adelante un país que se ahoga entre crisis sanitaria, crisis climática, inflación y desidia de las autoridades.

¿Dónde está la Policía cuando se la necesita? ¿Dónde está la Patrulla Caminera? ¿Cuál es su razón de ser si es que permiten que estas bandas de salvajes hagan un remake de una película apocalíptica en plena vida real? “Habla de un mundo de sueños destruidos y muerte, producto de la escasez de petróleo…”.

Hace 40 años, este panorama era algo utópico, irreal, imposible de que ocurriera. Hoy es parte de la vida cotidiana de los paraguayos. ¡Qué desastre!

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