• Por Ricardo Rivas
  • Corresponsal en Argentina
  • Twitter: @RtrivasRivas

En esta mañana, la Cámara de Senadores argentina comenzará a analizar el preacuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que alcanzó el presidente Alberto Fernández. Con el apoyo inestimable de la coalición opositora Juntos por el Cambio (JxC) y algunos diputados que responden al jefe de Estado, la autorización para que este país vuelva a endeudarse con aquel organismo multilateral llega al Senado con la aprobación de la Cámara de Diputados donde 202 legisladores dieron el sí. La oposición explícita al acuerdo con el Fondo de la vicepresidenta Cristina Fernández, del diputado Máximo Kirchner, líder de la agrupación minoritaria conocida como La Cámpora, y de las y los estrategas del Instituto Patria –un tanque de ideas que lidera la segunda al mando– no construyó las adhesiones necesarias para evitarlo.

En ese contexto, la coalición de gobierno, el Frente de Todos (FdT), en el inicio de esta semana, aparece como severamente dañada. Una cuestión aritmética permite suponer que, en la Cámara de Senadores, el proyecto de endeudamiento para refinanciar unos US$ 45.000 millones de la deuda pública externa, también dará vía libre al presidente. Así la situación, no habrá default. Argentina no volverá a ser declarada formalmente morosa una vez más y, en consecuencia, permanecerá integrada de pleno derecho al ecosistema financiero global, luego de 26 meses de negociaciones que, siempre fueron rechazadas por Cristina F. Este país, en días más, tendrá un poco más de tiempo para comenzar a honrar sus deudas con vencimientos a lo largo de una década.

Por lo menos, eso es lo que se dejó trascender. Aunque tendrá que pagar tasas diferenciadas para obtener nuevos créditos en los mercados voluntarios. El pasado de morosidad –inevitable generador de desconfianzas– siempre vuelve. Sin embargo, las preocupaciones locales no solo tienen que ver con la marcha de la economía. No. También se vinculan con la situación interna del oficialista FdT. La totalidad de la docena de fuentes oficiales consultadas –aunque con reserva de sus identidades– confirman a este corresponsal que “Alberto y Cristina no se hablan”. Y esa falta de comunicación tiene un altísimo impacto negativo para la marcha del gobierno.

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Todo parece indicar que Alberto F., de aquí en más, para desarrollar y aplicar ciertas políticas públicas de envergadura, que impliquen, por ejemplo, reducciones en el gasto público, no dispondrá de la aprobación ni del acompañamiento de Cristina F. que, junto con el kirchnerismo y La Cámpora, con la fractura expuesta –metáfora traumatológica para que se comprenda acabadamente lo sucedido– emergente de la derrota de esos sectores en el Parlamento, deberán someterse –si quisieran hacerlo– a una dura terapia kinesiológica para volver a articular con los otros dos pilares del oficialismo, Alberto Fernández y el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa. Si ello no sucediera, el presidente Fernández tendrá que profundizar y aggiornar su relación política con las oposiciones. Desde muchos años, algo inusual en el debate de la cosa pública local.

Muy atrás quedaron en la memoria social aquellos tiempos de armonía cuando casi tres años atrás –a través de su cuenta personal en la red Twitter, Cristina Fernández anunció que el candidato a presidente por el FdT era Alberto Fernández, hasta ese momento un profundo crítico de su gestión pública. Y es, justamente, aquel inicio inesperado el que exigió a Alberto F. saturar el espacio comunicacional con reiterados mensajes de reconciliación con Cristina F. Los desencuentros de hoy, en consecuencia, no deberían sorprender. “Yo sé el papel que tengo que cumplir yo (sic), con eso me alcanza”, decía Alberto al diario La Nación de Buenos Aires el 30 de junio del 19 y aseguraba: “¡No me van a hacer pelear nunca con Cristina! ¡No voy a romper nunca con Cristina!”.

Como queriendo convencerse –y convencer– de ello, a propios y extraños, el 7 de agosto de aquel año, en el transcurso de un acto proselitista, se sinceró ante la militancia: “Lo mejor que me pasó con Cristina es que rápidamente recuperamos el cariño y el afecto que como amigos siempre nos tuvimos”. Inmediatamente después añadió: “Mi primera palabra es de agradecimiento a Cristina”.

“Este camino que encaramos no hubiera tenido la misma fuerza sin la grandeza, la generosidad y la visión que tiene una dirigente como ella para entender que hay momentos en la política que se necesitan otras cosas”. Y remató: “Están todos muy preocupados por cómo me voy a llevar con Cristina. Nunca más me voy a pelear con Cristina”. ¿Fuerte, verdad? “Hoy un juramento, mañana una traición / Amores de estudiantes flores de un día son”, canta Carlos Gardel, cada día mejor. Pero no es recomendable apresurarse. Alberto F. y Cristina F. –con unidad o sin ella, con amistad o sin ella, con broncas o sin ellas– deben administrar la hacienda pública argentina hasta el 10 de diciembre del 2023. Hasta entonces, las oposiciones deberán ocupar el rol de opositores. Y también en esos segmentos políticos hay diferencias y disputas que deberán abordarse. Un sector de la coalición opositora JxC se negó a aprobar el acuerdo con el FMI. El diputado Ricardo López Murphy es uno de ellos. El ex presidente Mauricio Macri (2015-2019) militó internamente el no. Como Cristina F. Curioso, por cierto. Pero, algunos tiempos se aceleraron. En la Unión Cívica Radical (UCR), años atrás el partido de base para legitimar en todo el país JxC, los encuentros para “analizar el futuro” se multiplican. La coincidencia generalizada es “ayudaremos al gobierno para sostener la gobernanza, pero con cogobernaremos”.

En algunas cenas elegantes se impulsa con cierta vehemencia al médico Facundo Manes, flamante diputado nacional, como candidato a la Presidencia en el 2023 por la UCR. Dirigentes de prestigio como Ernesto Sanz, Jesús Rodríguez, Maximiliano Abad, presidente del Comité Provincia del radicalismo, trabajan intensamente en ello. Los diálogos con el que se autodenomina como peronismo republicano son mucho más frecuentes de lo que trasciende. El ex candidato a vicepresidente, Miguel Ángel Pichetto, es ponderado con intensidad por ese sector del radicalismo. Sin embargo, no se reúnen aún. O no lo comentan. ¿Se reconfigura el gobierno? Es muy difícil pronosticarlo ahora a partir de un solo hecho concreto como lo es el acuerdo con el FMI. Pero, claramente, la política parece caminar en esa dirección. El recambio generacional ayuda, en ese sentido. Lo único concreto, sí, es que, en estos agitados días de tensiones, como alguna vez hasta Cristina F. lo dijera: “Alberto tiene la lapicera”. Y todo indica que, antes de entrar en la historia como otro presidente por el default, decidió usarla. La vicepresidenta, no pudo evitarlo.

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