Siempre que Dios va a hacer pasar a su pueblo de una etapa a otra ocurren cosas grandes, grandes acontecimientos, grandes pruebas, pero esas pruebas forman el carácter para lo que más tarde serán grandes victorias.

Así también, en la transición espiritual más grande que haya habido, que fue la venida de Cristo a la tierra, Dios preparó los corazones de las personas para que pudieran entender claramente lo que Él quería hacer y que tuvieran la capacidad de recibir lo que Él enviaba. Así, vemos el ministerio de Juan el Bautista. Él era el hombre asignado por Dios para preparar el camino para la venida de Cristo, o sea, a una nueva etapa, a una nueva dispensación, a un nuevo tiempo. El Mesías estaba viniendo al mundo y Dios llamaba al arrepentimiento (Mateo 3.1-3).

Es por eso que tenemos que tener la capacidad de discernir los tiempos. En la Biblia dice: “De los hijos de Isacar, doscientos principales, entendidos en los tiempos, y que sabían lo que Israel debía hacer, cuyos dichos seguían todos sus hermanos” (1 Crónicas 12.32).

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Estamos en una década sumamente especial. La tecnología que estamos teniendo, las ideologías que estamos abrazando (secularista, anti Dios, que promueve el libertinaje y va contra la moral divina), las guerras, pandemia, agendas globales, hedonismo, ateísmo, religiones místicas, apostasía, herejías, etc.; todo se está alineando para la Segunda Venida de Cristo. ¿Cuándo? Nadie lo sabe, pero es de suponer que cada vez se acerca más y más un acontecimiento que cambiará el rumbo de la historia y que puede darse en cualquier momento (Hechos 1.7).

Todas las generaciones cristianas en estos dos mil años tuvieron serias sospechas de que a ellos les tocaría la Segunda Venida, pero, sin duda alguna, cada generación que pasa tiene más y más elementos para pensar que en cualquier momento se cumplirá todo.

La tecnología junto con la economía nos muestran que la profecía de que “nadie podrá comprar o vender si no tiene la marca” (Apocalipsis 13.17) es totalmente factible. También nos muestran que nadie podrá esconderse y que nada escapará del control mundial del Anticristo.

El secularismo nos muestra que la gente estará cada vez más alejada de Dios y más cauterizada en su mente y espíritu. Ni siquiera la Iglesia, a causa de un bombardeo secular que no descansa ni de día ni de noche y que es omnipresente. Los que están más afectados son nuestros hijos, tanto que casi ya es imposible cuidarlos y protegerlos de toda esta corriente. No hay filtro digital que impida que les llegue todo lo malo que hay, salvo el de un corazón convertido.

La gente está desechando a Dios hasta quitarlo total y abiertamente de sus vidas. Otros muchos no lo desechan, pero hacen un Dios a su imagen y semejanza, alineándolo a sus gustos e, incluso, a sus carnalidades.

Es muy importante lo que creemos. Lo que pensamos y creemos determina nuestras decisiones y nuestro rumbo de vida. La Biblia dice: “Lo que el hombre piensa en su corazón, tal es él” (Proverbios 23.7).

Vemos que en todas las veces que el pueblo se descarriló, se apartó o pecó, Dios llamó al arrepentimiento y prometió restauración. Esto es tanto a nivel personal como corporativo. Si alguien se siente angustiado y arrepentido por su pecado y conducta, Dios le recibirá y le restaurará, sin duda alguna.

También, si un pueblo se humilla, ora, busca Su rostro y se convierten de sus malos caminos, Dios promete oír desde los cielos, perdonar sus pecados y sanar su tierra (2 Crónicas 7.14).

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