• Por Ricardo Rivas
  • Corresponsal en Argentina
  • Twitter: @RtrivasRivas

No será una semana más la que se inicia para el presidente argentino Alberto Fernández. Mañana –martes– abrirá el período ordinario de sesiones en el Congreso Nacional. El recibimiento al jefe de Estado en el Parlamento estará cruzado por las tensiones políticas que emergen en la previa de su mensaje con el que –aunque aquí no se lo llame así– dará cuenta del estado de la Nación. Pero, el foco mayoritario estará puesto sobre lo que dirá acerca del preacuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que deberán discutir los congresistas con el propósito de refinanciar unos US$ 45.000 millones de la deuda pública externa que este país mantiene con ese organismo multilateral.

En verdad, Alberto F. –desde la perspectiva del pleno– dará cuenta de cuál será en pocos meses el Estado de la Nación. Es probable que el acuerdo se apruebe. Pero lo que para nada quedará igual luego de esa votación será en el seno de la coalición de gobierno, el Frente de Todos (FdT). En la que fue una convergencia preelectoral para triunfar en las presidenciales del 2019, una de sus pilares de sustentación, el que lidera la vicepresidenta Cristina Fernández, el kirchnerismo, rechaza lo que se conoce hasta el momento de esa negociación. Es válido recordar que el diputado Máximo Kirchner, cuando finalizaba enero último, renunció a la titularidad del bloque en la Cámara Baja del oficialismo, con fuertes críticas al anuncio que hiciera Alberto F. sobre el preacuerdo alcanzado con el FMI.

Un puñado de horas atrás, el senador José Mayans –cristinista obediente extremo–, presidente del bloque oficialista en la Cámara Alta, dijo: “Necesitamos el detalle del acuerdo con el FMI, para saber en qué compromiso vamos a meter al país”. La decodificación de esas palabras es simple: Así, no votaremos a favor. El proyecto de acuerdo, hasta bien pasada las 18:00 de ayer, no había llegado a la mesa de entrada de la Cámara de Diputados, abierta pese al largo feriado de carnaval por disposición del titular del cuerpo, Sergio Massa, la tercera pata del FdT.

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En la principal de las oposiciones, Juntos por el Cambio (JxC), la situación tampoco está fácil. La decisión de votar a favor de acordar con el FMI no cuenta con unanimidad. Todo parece indicar que el acuerdo será aprobado pero, pese a ello, el gobierno de Alberto F. emergerá de la crisis muy debilitado. Uno de los mayores desacuerdos para aprobar, justamente, se presenta en los aumentos que –de acordar con el FMI– tendrán los servicios públicos para reducir el déficit fiscal. Según los trascendidos, el Fondo propone que el incremento sea del 60%. La vicepresidenta Cristina F. rechaza que sea mayor al 28%.

Otra cuestión ríspida se vincula con el sistema jubilatorio que, si hay acuerdo, debería encaminar el Poder Ejecutivo. Y, por qué no, lo que más incomoda al kirchnerismo es que una misión técnica del FMI arribará trimestralmente a este país para auditar las cuentas públicas. Punto de inflexión. En el plano externo, hasta 20 días atrás, el principal facilitador del stand by con el Fondo para la Argentina era el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden. Aquella voluntad de acuerdo, por estas horas, si bien no ha dejado de ser, fuentes diplomáticas estadounidenses que se desempeñan en Buenos Aires, con pedido de reserva sobre sus identidades, sostienen que “el apoyo no ha cesado pero las relaciones con la Argentina se enfriaron”.

Justifican el enfriamiento en que Alberto F., en Moscú, ofreció al presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, que “la Argentina sea la puerta de entrada de Rusia en Latinoamérica” para “terminar con la dependencia de Estados Unidos y del FMI”. Su homólogo ruso, desde tres días atrás, ataca Ucrania con una cruenta invasión militar y todo indica que apunta a anexar ese país o, por lo menos, instalar en él un gobierno pro ruso. Esa actitud bélica de Putin –ex agente de los servicios de inteligencia de la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) e instructor de la Stasi, policía secreta de la también extinguida República Democrática Alemana (RDA)–, geopolíticamente formateado en el siglo 20, que el venidero 7 de octubre cumplirá 70 años, formado en la Saint Petersburg Mining University –prestigioso centro de estudios politécnicos– quizás, no sea el mejor aliado para la Argentina.

Vladimir claramente incomprende que el mundo que conoció y en el que se desarrolló como adulto, ha cambiado. Fuerza y violencia ocupan un lugar preferencial en su caja de herramientas a la hora de ejercer el poder desde el Kremlin. Perseguidor implacable de sus opositores hasta donde se encuentren para asesinarlos con el método que fuere, homófobo, desconocedor de la libertad de expresión, de prensa y del derecho de opinión, rechaza de plano avenirse al respeto de los estándares internacionales que definen un Estado Democrático de Derecho desde la perspectiva de los derechos humanos y el desarrollo sostenible como objetivos claros a alcanzar.

Su espacio preferido para la toma de decisiones estratégicas –sí y sólo sí– está en el pasado siglo de las grandes guerras con algunos componentes geopolíticos expansionistas del tiempo de los zares. Con este cuadro de la situación global, la marcha de las relaciones exteriores argentinas complejiza muchísimo la política doméstica. Como consecuencia del ataque a Ucrania y las sanciones económicas que globalmente se aplican sobre Rusia –país agresor que viola la Carta de las Naciones Unidas– afectará su economía que es más chica que la del mercosureño Brasil. Casi el 18% del PBI (Producto Bruto Interno) ruso se origina en el sector energético que será golpeado por la crisis. El precio del gas y el del petróleo, a no dudarlo se incrementará. Lo mismo sucederá con algunos productos primarios vinculados con el sector agroindustrial. Relacionarse con ese país agresor, no será fácil para la Argentina. Los vínculos comerciales ganarán en complejidad. Rusia no tendrá acceso al SWIF, sistema de transferencias interbancarias para pagar o recibir pagos. Es verdad que algunas transacciones podrán concretarse a través del CIPS, de la República Popular China, pero aún así el comercio global no opera mayoritariamente en ese soporte.

En la política doméstica argentina, en las últimas horas, el ministro de Relaciones Exteriores, Santiago Cafiero, ante la situación en Ucrania, sostiene que “claramente, se está violando el principio de integridad territorial, por eso la Argentina reclama que Rusia cese su accionar militar en Ucrania”.

Idas y venidas de alto impacto en la interna del FdT. Vladimir Putin, es uno de los líderes globales con los que la vicepresidenta Cristina F. siente afinidad y coincide. Cafiero, aunque con prudencia, dijo lo que muchos, aquí y en las cancillerías del mundo esperaban. Aunque el diálogo ruso-ucraniano en procura de la paz se inicie por estas horas en la frontera bielorrusa, en política, lo pasado no es pisado, como en los juegos de la niñez. La que se inicia, aquí, será una semana compleja.

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