Según las primeras correcciones nacionales e internacionales a las anteriores proyecciones sobre la probable marcha de nuestra economía en el 2022 – hechas a fines de diciembre último – ya no hay dudas con respecto a que volvemos a caer como lo hicimos en el 2019 (-0,4%) y 2020 (-0,8%) después de un crecimiento del 3,2% en el 2018, año del traspaso presidencial. Siempre en términos del Producto Interno Bruto (PIB).
A nivel local una revisión planteaba semanas atrás una caída económica del -0,8%. Pero muy preliminar y sujeta a un bajón mayor. La culpa la tiene la sequía con altísimas temperaturas que golpeó feo al Campo en general, y a la cosecha de soja en particular con una disminución superior al 60% y la obtención de sólo 4.000.000 de toneladas. Dejamos de levantar y tener en nuestras manos unas 6.000.000 de toneladas de soja, con un valor de mercado mínimo de US$ 3.000 millones de dólares, aunque otros calculan un monto superior cercano a los US$ 3.500 millones de dólares. Semejante faltante más la propia pérdida real de los productores duelen enormemente. Pero a nivel externo también se iniciaron las correcciones de las estimaciones preliminares hechas el año pasado con respecto a un 2022 que lucía atractivo sin ser favorablemente positivo.
Como es el caso del informe mensual sobre Paraguay de Itaú BBA Brasil San Pablo correspondiente a febrero con el titular “La Niña golpea a la economía”. En los dos últimos meses del 2021 Itaú estimaba para este año un crecimiento del 3% para nuestra economía (4,5% en el 2021). Ya en enero bajó su pronóstico a un avance de sólo el 0,5%. Pero ahora habla de una caída económica del -1,7%. Y resume así su diagnóstico: “Paraguay enfrenta una de las peores sequías de su historia, afectando significativamente la actividad. Nuevamente revisamos a la baja nuestro pronóstico de crecimiento del PIB para este año, a -1,7% (en comparación con nuestro escenario anterior de 0,5%), debido a un pronóstico aún más bajo para la producción de soja y a pesar de los precios más altos de la soja. Nuestro pronóstico tiene un sesgo a la baja porque el efecto de la sequía en la cosecha podría ser peor (…) Una sequía históricamente severa golpeará duramente la actividad.
Dado que el sector servicios ya se recuperó sustancialmente, lo que indica que una reapertura no generará más beneficios significativos este año, y dados los informes que indican que la caída de la producción de soja podría ser incluso peor de lo que asumimos, los riesgos para nuestro pronóstico se inclinan hacia abajo. El próximo año, esperamos que el crecimiento del PIB rebote 7% (desde nuestro escenario anterior del 4%), a medida que se recupere la producción agrícola. Debido a una producción de soja más débil, revisamos nuestro pronóstico de balanza comercial a cero (desde un superávit de US$ 500 millones en nuestro escenario anterior). En consecuencia, ajustamos nuestro saldo en cuenta corriente a la baja, a un déficit del 1,5% del PIB, desde un déficit de 0,5% en nuestro escenario anterior. Esperamos ver un mayor déficit fiscal, arrastrado por una menor actividad.
Nuestro pronóstico de déficit fiscal ahora es de 3,8% del PIB (desde un déficit de 3,6% en nuestro escenario anterior y en comparación con el objetivo de déficit fiscal incluido en el presupuesto de 2022 de 3,0%)”. Dado el hecho de otra nueva caída económica en nuestro país, en este periodo muy difícil que tiene como piso al 2018, con pérdidas económicas y dolor social, que se han acumulado con muy pocos y breves alivios, cabe considerar ya de entrada que en el 2022 habrá que ajustarse aunque nos cueste, cuidando todo lo que hay que cuidar para no perjudicar nuestras vidas. Sólo viviendo la realidad ella no te golpea al punto de desequilibrarte. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo.